La Sirena del Valle de las Perlas. Érase una vez en un hermoso valle llamado Valle de las Perlas vivía una hermosa Sirena. Su nombre era Perlita y tenía el cabello dorado y brillantes escamas doradas. Poseía la más hermosa de todas las voces y se decía que quien la escuchaba cantar se enamoraba de ella al instante.
Perlita se sentía muy sola en el Valle de las Perlas, pues no tenía amigos con quienes conversar ni jugar. Siempre estaba sola en su hermoso lago, en donde nadaba y cantaba sin cesar. Pero un día, después de nadar por horas, encontró a alguien recostado en la orilla del lago.
Era un pequeño ratón al que no le gustaba el agua, por lo que nunca había visitado el lago. Perlita se acercó a él y comenzó a cantarle, y el ratón se quedó completamente enamorado de su voz.
A partir de ese día, Perlita y el ratón se volvieron los mejores amigos. Pasaban horas juntos hablando sobre todo lo que les sucedía, sobre lo que les gustaba hacer y de los lugares que querían visitar.
Un día, mientras hablaban, Perlita le dijo al ratón que tenía muchas ganas de conocer el océano, pues nunca había salido del Valle de las Perlas. El ratón se ofreció a ser su compañero de viaje y juntos comenzaron a planear su gran aventura.
Después de varios días de preparativos, Perlita y el ratón partieron hacia el mar. Durante el camino, Perlita se maravillaba con todo lo que veía, los bosques, los ríos, las montañas y los valles. Cuando llegaron a la playa, Perlita y el ratón no podían creer la inmensidad del océano.
Perlita se adentró en el mar y comenzó a nadar en su inmensidad, mientras el ratón la seguía desde la orilla. De pronto, la Sirena comenzó a sentirse muy asustada, pues era la primera vez que se alejaba tanto del Valle de las Perlas.
El ratón notó esto y decidió buscar una forma de ayudar a su amiga. Corrió a lo largo de la playa hasta que encontró un hermoso abanico de conchas. Este abanico era mágico y tenía la capacidad de hacer que Perlita sintiera la misma paz que sentía en su hogar del Valle de las Perlas.
El ratón llevó el abanico a Perlita y se lo dio. La Sirena lo tomó y comenzó a sentir que su temor se desvanecía. Se sintió en paz y muy contenta.
Perlita y el ratón continuaron explorando el océano, descubriendo nuevas criaturas y lugares. Perlita se sintió tan feliz de estar allí, que decidió regresar cada vez que pudiera.
Finalmente, llegó el día en que debían regresar al Valle de las Perlas. El ratón estaba un poco triste, pues sabía que extrañaría a Perlita y a todas las aventuras que habían vivido juntos. Pero Perlita sabía que su hogar la estaba esperando, y eso era lo más importante para ella.
Cuando llegaron al Valle de las Perlas, Perlita se dio cuenta de que ya no se sentía sola. Tenía al ratón como su mejor amigo y era capaz de emprender cualquier aventura a su lado.
A partir de ese día, Perlita visitaba más seguido al ratón y juntos pasaban días muy divertidos y llenos de aventuras. Y es que, aunque eran muy diferentes, habían descubierto que la amistad no tiene barreras, y que encontrarse con amigos en los lugares más inesperados puede ser la mayor aventura de todas.