La serpiente y la tortuga. Érase una vez, en la selva más grande y frondosa de todas, una tortuga muy sabia y bondadosa que siempre ayudaba a todos los animales que lo necesitaban. La tortuga era muy querida por todos, pero un día llegó una serpiente a la selva que no se llevaba bien con nadie. La serpiente era egoísta y sólo pensaba en sí misma, y siempre hacía todo lo posible para evitar ayudar a los demás.
Un día, la tortuga estaba ayudando a una familia de ardillas que habían perdido su hogar. Había estado trabajando muy duro durante todo el día, y estaba cansada y hambrienta. Fue entonces cuando se encontró con la serpiente, que estaba enojada porque la tortuga no le había dado algo de comida.
La tortuga le prometió a la serpiente que le daría algo de comer, pero la serpiente dijo que no quería comida, solo quería que la tortuga le diera la casa de las ardillas. La tortuga se negó, sabiendo que no era justo para las ardillas perder su hogar solo porque la serpiente era egoísta. La serpiente se enfureció, y comenzó a perseguir a la tortuga por toda la selva.
La tortuga finalmente encontró un lugar seguro para esconderse, y desde allí vio con tristeza que la serpiente seguía perturbando a los demás animales. La tortuga sabía que algo tenía que hacerse para hacer que la serpiente cambiara su actitud. Así que decidió hablar con los demás animales de la selva para idear un plan.
Un día, la serpiente fue a la selva a buscar algo de comer, y allí se encontró con un grupo de pájaros que estaban construyendo sus nidos. Quería comer a los pájaros, pero los pájaros eran demasiado listos y rápidos para ella. La serpiente comenzó a enojarse aún más y comenzó a destruir el nido de los pájaros, arruinando así su hogar.
Muy pronto, la serpiente descubrió que todos los animales de la selva le habían dado la espalda. La tortuga, junto con todos los demás animales, la ignoró y la dejó sola. La serpiente se sintió triste por primera vez en su vida, y se dio cuenta de que había sido egoísta y malvada.
La tortuga decidió hablar con la serpiente para ver si podía ayudarla a cambiar. La serpiente estaba abierta a la idea, y la tortuga comenzó a explicarle lo importante que es ser amable y empático con todos los demás. También le habló de cómo ayudar a los animales de la selva podría hacer que todos fueran más felices.
La serpiente escuchó cuidadosamente las palabras de la tortuga y comenzó a darse cuenta de que había sido mala con los demás porque no sabía cómo comportarse de otra manera. Decidió cambiar sus maneras, y se disculpó con todos los demás animales de la selva por su comportamiento anterior.
Desde ese día en adelante, la serpiente comenzó a ayudar a los demás animales en la selva. Ayudó a construir nidos para los pájaros, ayudó a encontrar comida para las ardillas, e incluso ayudó a la tortuga, que estaba muy feliz de tener otro amigo amable en la selva.
La tortuga y la serpiente se convirtieron en buenos amigos, y los demás animales de la selva comenzaron a aceptar a la serpiente como uno de ellos. Todos trabajaron juntos para hacer de la selva un lugar más feliz y próspero para todos los animales que vivían allí.
Y así, cuando la serpiente aprendió a ser amable, a respetar a otros, y ser empática con los demás animales, la selva se convirtió en un lugar mucho más feliz para todos. La tortuga se reafirmó en su habilidad para ayudar a otros, mientras que la serpiente descubrió que se sentía mucho más feliz cuando trabajaba para mejorar la vida de los demás en lugar de solo pensar en sí misma.
La moraleja de esta historia es que ser amable, respetuoso y empático con los demás puede llevar a una vida más feliz y satisfactoria. A través de la empatía, podemos ayudar a los demás, y a su vez, hacernos más felices a nosotros mismos.