La rata y la liebre. Érase una vez en el bosque, una liebre muy rápida y arrogante llamada Lila que se jactaba de ser la más veloz de todas las criaturas. No perdía oportunidad de alardear de su velocidad, lo que la hacía muy popular entre los animales del bosque.
Un día, mientras corría por el bosque, se encontró con una rata llamada Rafaella, que buscaba desesperadamente un refugio para escapar de un gato hambriento que la perseguía.
Lila no dudó ni un segundo antes de ayudar a Rafaella a escapar del peligro. Juntos corrieron a través del bosque, moviéndose ágilmente entre los arbustos y las hojas crujientes que se encontraban en su camino, hasta que finalmente encontraron un lugar seguro donde esconderse.
Rafaella estaba muy agradecida por la ayuda de Lila. Nunca había conocido a alguien tan rápida y valiente, pero Lila no era capaz de empatizar con la situación de Rafaella. Para la liebre, su ayuda era algo natural y esperado.
A medida que el tiempo pasaba, Rafaella y Lila se hicieron grandes amigas, pero Lila seguía alardeando de su velocidad y de lo poderosa que era. A veces le hacía burla a Rafaella por lo pequeña y débil que parecía en comparación con ella. A pesar de esto, Rafaella siempre mostraba bondad y amabilidad hacia su amiga.
Un día, el bosque fue invadido por un grupo de cazadores con sus perros. Los animales del bosque se dispersaron corriendo en todas direcciones. Lila decidió demostrar su valentía dejando bien en claro que ella era la más veloz de todas las criaturas del bosque.
«Síganme, amigos, yo los guiare fuera de peligro», exclamó Lila mientras comenzaba a correr con rapidez. Los animales del bosque la siguieron de cerca, pero poco a poco algunos de ellos comenzaron a quedarse atrás, incapaces de seguir el vertiginoso ritmo de Lila.
Cuando Rafaella quedó desfasada, Lila se dio cuenta que se encontraba sola y decidió regresar en busca de ella. La rata estaba escondida en una pequeña cueva que había encontrado. Lila la encontró rápidamente y la ayudó a salir de la cueva.
Juntas corrieron lo más rápido posible, mientras los cazadores los perseguian. Sin embargo, Lila estaba cansada y comenzó a perder fuelle en su carrera. Rafaella se volvió hacia ella y extendió su pequeña pata para ayudarla.
«No te preocupes, Lila, juntas lo lograremos», le dijo Rafaella tratando de animarla.
Lila no podía creer que la rata tuviera tal preocupación por su bienestar. Ahora entendía que la empatía y la amabilidad eran valores importantes, y que no debía subestimar a los demás. Con la ayuda de Rafaella, lograron llegar a un lugar seguro fuera del alcance de los cazadores.
Lila se dio cuenta de que la amistad no se trata de ser el mejor o tener la velocidad más rápida, sino de apoyarse y ayudarse mutuamente. Desde ese momento en adelante, Lila comenzó a valorar la amistad y la empatía y se convirtió en una amiga más fiel y cariñosa con todos los demás animales del bosque, especialmente con su amiga Rafaella.
Desde entonces, Lila corrió a una velocidad moderada, disfrutando del paisaje del bosque y de la compañía y amistad de sus amigos. Rafaella le enseñó una lección importante: que la verdadera fortaleza no se encuentra en la velocidad, sino en la valentía y la empatía que se muestra al ayudar a los amigos en momentos de necesidad.
Desde ese momento en adelante, Lila se convirtió en una mejor amiga y aprendió la importancia de la empatía, la amistad y la ayuda. Y mientras corria por el bosque, ya no se jactaba de ser la más veloz, sino de ser la más leal y cariñosa entre sus amigos.