La rana y el pez. Érase una vez en una granja rodeada de lagos y bosques, una rana llamada Ribbit y un pez llamado Pisco en su propio hogar dentro del mismo gran estanque. Solían jugar juntos todos los días y desafiar sus habilidades en juegos de escondite o carreras. Se contaban historias y compartían chistes. La rana Ribbit era muy feliz cuando estaba con su mejor amigo Pisco. Vivían en una época donde la empatía no era muy común entre sus amigos de la fauna, aún así, Ribbit y Pisco eran la excepción a la regla.
Una tarde soleada, Ribbit decidió visitar a su amiga libélula cuando vio un enorme pez que emergía del agua agitándose violentamente. Ribbit se acercó y vio que sus amigos estaban atacando al pez. Intentó hablar con ellos, pero se rieron de ella y se fueron. Ribbit decidió quedarse con el pez para cuidarlo hasta que se sintiera mejor. Ella lo llevó a un lugar seguro y lo dejó en la orilla para descansar.
Pisco, al ver la ausencia de Ribbit, decidió empezar una búsqueda exhaustiva para encontrarla. Cuando se acercó al estanque, se sorprendió al ver a Ribbit cuidando al pez agotado en la orilla. Inmediatamente preguntó: «¿Qué estás haciendo con este pez enfermo? ¿Por qué te importa?» Ribbit explicó lo que había sucedido y cómo se sintió ante la intolerancia de sus compañeros. «Creo que podríamos ayudar a sanarlo si trabajamos juntos», dijo Ribbit. Pisco, sin dudarlo, aceptó sumarse a la causa.
Ribbit y Pisco fueron en busca de sustancias nutritivas para alimentar al pez y se aseguraron de que descansara lo suficiente. Intentaron hacer que el ambiente fuera lo más tranquilo posible. Pronto, el pez se recuperó gracias a la atención que Ribbit y Pisco le proporcionaron. Pero los dos amigos no dejaron de preocuparse por el futuro del pez.
Después de varios días de cuidado intensivo, el pez se mejoró. Los dos amigos se acercaron para despedirse del pez y le desearon lo mejor. Al regresar a su hogar, encontraron a sus amigos animales alegres y emocionados. La libélula dijo: «¡Has hecho un buen trabajo al cuidar al pez! Eso demuestra amabilidad y empatía, las cosas que traen felicidad en nuestros corazones». A lo que Ribbit y Pisco respondieron: «Sí, nos involucramos emocionalmente en la situación del pez. Esto nos ayudó a crecer como seres humanos y a sentir más amor hacia los que nos rodean».
«A veces, sin darnos cuenta, las vidas de los demás están conectadas con las nuestras. Por lo tanto, nuestra felicidad depende del bienestar de los demás», concluyeron.
Desde aquel día, Ribbit y Pisco se convirtieron en los mejores amigos de todos aquellos que necesitaban ayuda. Cada vez que veían a alguien en una situación difícil, siempre se acercaban para ofrecer su ayuda. Siempre hablaban con amor y mucha consideración, porque sabían que las palabras pueden alegrar el día de alguien. De esta manera, se convirtieron en animales queridos por todos.
La lección que aprendieron Ribbit y Pisco es que la empatía es una habilidad impresionante que podemos desarrollar dentro de nosotros mismos. Al ponerse en el lugar de otro, somos capaces de comprender las necesidades del otro.
Este cuento enseña a niños y niñas que la participación en ayudar a otros y el ser amable en su lenguaje y acciones son esenciales para fomentar una sociedad donde estos valores sean prioritarios. ¡Como dijo la libélula, estas actitudes nos llevan al bienestar personal y al de los demás!