La princesa y el reloj de arena. Érase una vez, en un lejano reino, una princesa llamada Ana. Ella no era como la típica princesa que esperaba a un príncipe para ser feliz, sino que ella misma se encantaba de satisfacer sus curiosidades. Por ello, su padre, el rey, le regalo un reloj de arena muy especial.
Este reloj, según vino a decirle su padre, había sido creado por un mago muy sabio que habitó en el reino muchos años atrás. El mago había enseñado al rey la verdadera naturaleza del tiempo. El tiempo, decía el mago, no se medía con horas, días ni semanas, sino que cada minuto y cada segundo tenían un valor incalculable. Y así, para enseñar a la princesa el valor del tiempo, su padre le regaló el reloj de arena.
La princesa Ana estaba muy contenta por tener un objeto tan bonito y tan especial. Todo el día lo llevaba consigo a todos lados. Pero lo que más le llamaba la atención era el sonido que hacía cuando el sofisticado reloj se ponía en marcha. La arena caía a través del cristal de manera uniforme, y emitía un ruido constante y relajante que hacía que Ana se sintiera en paz.
Pero un día, la princesa Ana tuvo que hacer un largo viaje. No estaba lista para salir sola, así que decidió llevar su precioso reloj de arena en la travesía. En el camino se topó con unos bandidos que buscaban algún objeto de valor para robarle. Cuál mala suerte, le quitaron el reloj y escaparon corriendo.
Ana estaba muy triste, su reloj de arena era un objeto muy valioso para ella. Por eso, decidió ir en busca de los bandidos para recuperarlo. Empezó a recorrer el bosque, saltando piedras y esquivando ramas. Pensó en todas las aventuras que su reloj de arena le había llevado a vivir y cuánto lo echaba a faltar.
Luego de mucho caminar, la princesa se topó con los bandidos en una cueva. Los hombres se habían distraído discutiendo sobre el reparto del botín. Ana, aprovechando la oportunidad, se acercó sigilosamente y, de una manera que nunca hubiera imaginado, recuperó su reloj de arena.
La princesa Ana estaba muy contenta de haber recuperado el reloj, pero cuando se distrajo un poco, los bandidos la descubrieron y empezaron a perseguirla por toda la cueva. La princesa corría lo más rápido que podía, cuando, de pronto