La princesa y el laberinto encantado. Érase una vez una princesa llamada Sofía que vivía en un reino muy lejano. La princesa era muy curiosa y siempre quería saber más sobre el mundo que la rodeaba. Un día, mientras paseaba por el bosque, descubrió un laberinto encantado.
Sofía estaba emocionada por la aventura que se le presentaba y decidió entrar en el laberinto. A medida que avanzaba, se dio cuenta de que era un laberinto enorme y complicado, lleno de árboles altos y oscuros pasillos. La princesa no podía evitar sentirse un poco perdida, pero sabía que con su coraje y su astucia, podría encontrar la salida.
Sin embargo, mientras avanzaba, la princesa se encontró con una criatura extraña llamada Tronco, que le impedía avanzar. Tronco era un ser enorme, con una barba larga y rizada y un cuerpo cubierto de musgo. Sofía no sabía cómo tratar con él, pero decidió hablarle amablemente para ver si podía hacerlo cambiar de opinión.
– Hola, señor Tronco -dijo Sofía con una sonrisa-. ¿Podría decirme cómo llegar al final del laberinto?
Tronco gruñó y dijo:
– ¡No puedes ir más allá! Este laberinto está protegido por las criaturas mágicas del bosque, y solo aquellos que sean dignos podrán encontrar la salida.
Sofía no se rindió y decidió demostrar a Tronco que ella sí era digna de encontrar la salida. Comenzó a recorrer cada rincón del laberinto, esquivando trampas y desafiando a otras criaturas que le impedían avanzar.
Después de varios días, la princesa llegó al final del laberinto donde se encontró con una hermosa reina llamada Iris. Iris tenía el cabello largo y rubio y unos ojos dorados, y parecía un poco triste.
– Hola, princesa Sofía -dijo Iris con voz amable-. Me alegra mucho que hayas llegado hasta aquí. Soy la guardiana de este laberinto y solo permitiré que aquellos que sean dignos lo crucen.
– ¿Qué significa ser digno? -preguntó Sofía.
– Significa ser valiente, inteligente y tener un corazón bondadoso -respondió Iris-. Dime, princesa, ¿por qué quieres encontrar la salida de este laberinto encantado?
Sofía se detuvo por un momento antes de responder. Pensó en la curiosidad que la había llevado hasta allí, pero también en todos los retos y obstáculos que había superado a lo largo del camino. Finalmente, respondió con una sonrisa:
– Quiero encontrar la salida de este laberinto para demostrar que soy digna. Quiero demostrar que soy valiente, inteligente y tengo un corazón bondadoso, como tú has dicho.
Iris asintió y le señaló una puerta dorada brillante que estaba a su lado. La princesa se acercó y la abrió, y una luz cegadora la envolvió. Cuando la luz desapareció, se encontraba en un jardín maravilloso.
El jardín era tan hermoso como nunca antes había visto y Sofía se sintió muy agradecida por todo lo que había aprendido en su camino por el laberinto. Agradecida por haber sido capaz de superar los obstáculos que se le habían presentado y por haber demostrado que era digna de encontrar la salida, la princesa había dejado atrás sus miedos y había descubierto la fuerza de su valentía, inteligencia y su corazón bondadoso.
Desde ese día, cada vez que Sofía se sentía perdida o enfrentaba un desafío, recordaba su viaje por el laberinto encantado, recordaba la existencia de la puerta dorada que había abierto y sabía que, en su corazón, siempre había una luz de esperanza para encontrar el camino correcto.