La princesa y el gato mágico. Érase una vez en un reino muy lejano vivía una princesa llamada Ana. Ana era una princesa muy hermosa, inteligente y amable con todas las personas del reino. Todos los habitantes del reino la adoraban y querían mucho.
Un día, la princesa Ana estaba caminando por el jardín del castillo cuando vio a un gato. Era un gato muy especial, porque era de un color grisáceo y tenía los ojos verdes como esmeraldas. Lo más sorprendente de todo, es que este gato hablaba. Ana no podía creer lo que veía.
– «Hola princesa Ana, ¿cómo estás?» – dijo el gato. Ana estaba asombrada. No podía hablar, solo lo miraba con los ojos muy abiertos.
– «¿Por qué me miras así, princesa Ana?» – preguntó el gato.
– «¿Cómo es que puedes hablar?» – preguntó Ana con asombro.
– «Soy un gato mágico y tengo poderes especiales. ¿Quieres conocer mi mundo?» – dijo el gato.
La princesa Ana estaba emocionada y no podía esperar para descubrir el mundo del gato mágico. Entonces, el gato le dio una poción mágica y le dijo:
– «Bebe esta poción y cierra los ojos. Cuando los abras vas a estar en mi mundo».
Ana tomó la poción, cerró los ojos y cuando los abrió, estaba en un lugar mágico donde todo era posible. Había árboles de algodón de azúcar, animales que hablaban y otros seres fantásticos.
Ana y el gato mágico empezaron a caminar y a explorar este mundo mágico. Pasaron por un puente que parecía estar hecho de arcoíris y se encontraron con un castillo gigante.
– «Este es mi castillo, princesa Ana» – dijo el gato mágico – «Aquí es donde vivo».
– «Es muy hermoso» – exclamó Ana.
El gato mágico le mostró el castillo y todos sus secretos. Había habitaciones mágicas con objetos encantados, una piscina de burbujas que hacían cosquillas en la piel, y un jardín lleno de árboles de fresa.
La princesa y el gato mágico vivieron aventuras maravillosas en este mundo mágico durante todo el día. Finalmente, el gato mágico le dijo a Ana que era hora de volver al reino y al castillo.
Cuando Ana abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba de vuelta en su jardín del castillo. Había pasado su día en un mundo mágico, un lugar donde todo era posible.
Ana nunca olvidaría ese día y la maravillosa experiencia que había tenido gracias al gato mágico. Pero sabía que todo lo que había experimentado no duraría para siempre.
– «Gracias por mostrarme tu mundo, gato mágico» – dijo Ana.
– «No te preocupes, princesa Ana. Siempre que lo necesites, puedes entrar en mi mundo mágico. ¡Nunca me olvidarás!» – dijo el gato mágico.
La princesa Ana sonrió y le dio las gracias de nuevo antes de volver al castillo. Desde entonces, todos los días Ana recordaría la maravillosa experiencia que había tenido gracias al gato mágico. El gato siempre sería un recuerdo importante en la vida de la princesa Ana.