La princesa y el espejo mágico. Érase una vez en un reino muy lejano, una hermosa princesa llamada Ana. Ana era conocida por ser la princesa más hermosa de todos los reinos, pero además de su belleza era muy bondadosa y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.
La princesa vivía en un hermoso palacio rodeado de jardines y un majestuoso lago con cisnes que cantaban cada mañana. Pero, había algo en el palacio que llamaba la atención de todos los visitantes: un gran espejo mágico.
El espejo mágico era muy especial, pues mostraba la imagen de la persona más bella del reino en ese momento. A menudo, las personas se morían por verse a sí mismas en el espejo mágico, pero siempre mostraba la imagen de la princesa Ana.
Un día, la princesa se levantó para contemplarse en el espejo mágico, y notó algo extraño. ¡El espejo mágico ya no la reflejaba como la persona más bella del reino! La princesa se sintió muy triste, se había acostumbrado a ser siempre la más hermosa y no sabía qué hacer.
Por suerte, la princesa recordó que tenía un amigo muy sabio, un anciano que vivía en la montaña. Decidió entonces buscar su consejo, y emprendió el viaje hacia la cima de la montaña.
La princesa caminó durante horas bajo el sol hasta que finalmente llegó a la cabaña del anciano. Al llegar, el anciano le preguntó cómo podía ayudarla. La princesa explicó su problema y le preguntó qué podía hacer para volver a ser la persona más bella del reino.
El anciano le respondió: «El verdadero tesoro no está en la belleza exterior, sino en la bondad del corazón. Si tu corazón es bondadoso, siempre serás la persona más hermosa del reino, aunque el espejo mágico muestre a otra persona».
La princesa no entendió completamente las palabras del anciano, así que le pidió que le explicara mejor. El sabio anciano le respondió: «Tu belleza exterior se desvanecerá con el tiempo, pero la belleza de tu corazón siempre permanecerá. Si tu corazón es bondadoso, siempre serás la persona más hermosa del reino».
La princesa comprendió las palabras del anciano y se sintió en paz. Empezó a cambiar su comportamiento, siendo más amable y generosa que antes, sin importar quién la mirase.
Un día, mientras paseaba por los jardines del palacio, un campesino la abordó. Le dijo que necesitaba ayuda para alimentar a su familia, ya que una plaga había arruinado su cosecha. La princesa no lo dudó ni por un segundo, tomó una canasta y juntos recolectaron frutas y verduras en los jardines. La princesa le regaló la canasta para que pudiera llevar comida a su familia.
El campesino estaba tan agradecido que le dijo a la princesa: «Princesa Ana, eres la persona más bondadosa y hermosa que he conocido».
La princesa sonrió y agradeció las palabras del campesino. Esa noche, cuando se miró en el espejo mágico, vio la imagen del campesino que había conocido esa tarde. Sonrió al darse cuenta de que su corazón bondadoso la había convertido en la persona más hermosa del reino.
Desde ese día en adelante, la princesa continuó siendo bondadosa, trabajando duro para ayudar a las personas que lo necesitaban y sin preocuparse por su belleza exterior. El espejo mágico ya no era importante para ella, ya que había encontrado la verdadera felicidad en su corazón bondadoso.
Y así, la princesa Ana vivió feliz para siempre, siempre recordando que la verdadera belleza se encuentra en el corazón.