La pradera encantada de Rocín

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La pradera encantada de Rocín
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La pradera encantada de Rocín. Había una vez una pradera encantada llamada Rocín. Era un lugar mágico y hermoso donde las flores siempre estaban en flor y los árboles crecían altos y fuertes. Los animales de la pradera vivían en armonía y la gente de los pueblos cercanos venía a visitarla para disfrutar de su belleza.

Cuenta la leyenda que el encanto de Rocín se debía a un hada que vivía allí. La criatura era muy hermosa y siempre vestía con una túnica blanca de seda. Tenía unos ojos grandes y llenos de luz que parecían reflejar el brillo de las estrellas del cielo. Su belleza era tan impresionante que a menudo, la gente se quedaba admirándola sin palabras.

El hada tenía un don especial, podía hablar con los animales de la pradera y entendía su lenguaje perfectamente. También sabía convertir piedras en oro, pero para ella eso no era importante. Lo que la hacía realmente feliz era ayudar a los demás y hacer que la pradera fuera aún más encantada.

Un día, un hombre llamado Juan llegó a Rocín. Había viajado por muchas tierras y había escuchado de la hermosura de la pradera y del hada que habitaba allí. Estaba decidido a conocerla.

Cuando llegó, se encontró con un lugar hermoso y mágico, como nunca había visto antes. Las flores eran tan hermosas que parecían creadas por el mismo Dios. Los árboles movían sus ramas al compás del viento, dejando que la brisa llevara su perfume por toda la pradera.

De repente, escuchó una risa que venía desde el otro lado de la pradera. Al principio no sabía de dónde venía, pero al seguir el sonido, se encontró con el hada. Ella estaba sentada bajo un árbol, cantando una canción con las hojas que caían detrás de ella.

– Hola -dijo Juan tímidamente.

– Hola -respondió el hada-. ¿Quién eres?

– Me llamo Juan -dijo él-. He venido a conocer la pradera y el hada que la habita.

– Yo soy el hada -respondió ella-. Mucho gusto, Juan.

Juan quedó impresionado por la presencia del hada y por su hermosura. Pero lo que más le llamó la atención fue su amabilidad y su sonrisa cálida que lo hizo sentir en casa.

– ¿Qué te trae por aquí, Juan? -preguntó el hada.

– He viajado por muchos lugares y he escuchado hablar de la pradera encantada de Rocín y del hada que vive aquí. Quería conocerla personalmente.

– Me halaga que hayas venido exclusivamente para conocerme -respondió ella, sonriendo-. ¿Te gustaría dar un paseo por la pradera y conocer a algunos animales?

Juan aceptó encantado y juntos, recorrieron la pradera visitando cada rincón y hablando con cada animal que encontraban.

El hada le mostró el bosque, donde vivían las mariposas más hermosas y los pájaros más cantarines. También lo llevó al río, donde las truchas saltaban en el agua y el canto de la brisa entre los árboles hacía que el lugar fuera más hermoso todavía.

Después de un rato, se detuvieron en una pequeña colina donde se podía ver la pradera entera. Era como una pintura estirándose por todo el horizonte.

– ¿Qué piensas, Juan? -preguntó el hada.

– Es hermoso. Jamás había visto nada como esto. Y es gracias a ti que Rocín es tan encantada.

El hada sonrió, agradecida.

– Pero, ¿cómo puedes hacer todo esto? -preguntó Juan-. Entender a los animales, convertir piedras en oro y hacer de la pradera un lugar tan hermoso.

– Mi poder no proviene de la magia, Juan. Proviene del amor. Y por eso, siempre tengo el poder de hacer crecer la pradera. Los animales, me consideran una amiga, un alma bondadosa y por eso puedo entenderlos.

Entonces, la noche comenzó a llegar y Juan decidió retirarse. El hada lo llevó de vuelta al comienzo de la pradera.

– Fue un placer tener tu visita, Juan. Si alguna vez necesitas algo, no dudes en venir a visitarme.

– Lo haré, gracias por todo.

Después de eso, Juan regresó a su pueblo. Pero nunca se olvidaría de su visita a la pradera encantada de Rocín y del hada que la habitaba. De vez en cuando, volvía a visitarla y siempre encontraba la misma belleza y encanto que la había hecho especial desde siempre.

Y así, la pradera encantada de Rocin, seguía siendo un lugar mágico en la tierra lleno de historia y maravilla.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La pradera encantada de Rocín
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