La Perrita de la Peluquería. Érase una vez, en una pequeña peluquería, vivía una tierna perrita llamada Bibi. Era una raza Shih Tzu, con un pelaje suave y sedoso, el cual siempre lucía perfecto gracias a los cuidados de la peluquería donde vivía.
Bibi era muy feliz en su hogar, allí su dueño, el peluquero, la trataba con cariño y le daba todo lo que necesitaba. Sin embargo, la perrita ansiaba salir de la peluquería y explorar el mundo que se encontraba más allá de sus paredes.
Un día, Bibi se propuso descubrir lo que había al otro lado de la puerta de la peluquería. Movió su cola emocionada y comenzó a husmear la entrada en busca de alguna forma de escaparse. De pronto, se dio cuenta de que su collar estaba suelto, levantó sus patitas delanteras con nerviosismo y corrió hacia la puerta; no podía desaprovechar la oportunidad.
Al salir, Bibi se quedó admirada ante la variedad de aromas y sonidos que había en la calle. Los pájaros cantaban, los niños jugaban y las personas andaban apresuradas hacia sus trabajos o a realizar compras.
Bibi decidió caminar por la calle tratando de no perderse, pero estaba tan emocionada que empezó a ladrar de alegría. Una señora que pasaba por ahí, la vio perdida y decidió ayudarla. Se acercó a Bibi con su mano extendida y la llamó con cariño. Bibi se acercó y cuando la señora la acarició, la perrita movió su cola emocionada, agradecida por el encuentro.
La señora se dio cuenta de que Bibi no tenía su collar y por lo tanto, no tenía manera de identificarla. «Tenemos que encontrar a tu dueño», pensó. Después de un rato, la señora llevó a Bibi a la estación de policía para reportar que había encontrado una perrita perdida.
Mientras tanto, en la peluquería, la tristeza se hacía evidente entre los dueños al notar la ausencia de su adorada perrita Bibi. Buscaron debajo de los muebles, en cada rincón de la peluquería, pero Bibi no estaba allí.
Fue entonces cuando recibieron una llamada de la estación de policía. «¡Tienen a Bibi!», exclamó el peluquero emocionado. Salió hacia la estación casi sin aliento, pero al llegar allí, no le encontraron. Los oficiales de policía le contaron a su dueño que una mujer había llevado a Bibi, pero que se había marchado antes de que pudieran tomar sus datos de contacto.
El peluquero decidió buscar por los alrededores, y caminó durante horas pero no tuvo suerte. Todo lo que encontraba era un montón de caras extrañas que parecían indiferentes a sus preocupaciones.
Finalmente, cuando estaba a punto de darse por vencido, el peluquero escuchó un ladrar familiar en la distancia. Corrió hacia el sonido, y al llegar encontró a Bibi enredada en una cerca. La perrita saltó de alegría al ver a su compañero, movió su cola y lo saludo con felicidad.
El peluquero cogió con ternura a Bibi en sus brazos y regresaron juntos a la peluquería, donde la recibieron con enormes brazos abiertos. Desde ese día, Bibi aprendió que a pesar de que el mundo afuera era emocionante e interesante, su hogar y su dueño eran lo más importante para ella.
Bibi ya no pensó en huir, sino en cómo disfrutar mejor su vida en la peluquería y en cómo mejorar la calidad de la relación con su dueño. Así, Bibi aprendió el valor de tener un hogar lleno de amor y de cuidados.
Desde ese momento, Bibi se volvió un poco más tranquila, su cola se movía a un ritmo más relajado y su mirada se tornaba más compasiva. Sabía que aunque el mundo afuera era emocionante, nada se comparaba con los valores que había aprendido en la peluquería donde había sido feliz desde siempre.
Y así, con su amor renovado por su hogar, Bibi vivió feliz para siempre.