La oruga glotona. Érase una vez una oruga muy glotona que se pasaba el día entero comiendo hojas de las plantas del bosque. No le importaba nada más que llenar su estómago, y porque comía tanto, crecía a pasos agigantados.
Era una oruga muy feliz, porque su panza estaba siempre llena. Pero, un día se topó con un pequeño caracol que estaba buscando algo de comer. La oruga, al ver que el caracol no encontraba nada, le ofreció algunas hojas que había guardado, y el caracol agradecido las aceptó.
A partir de entonces, cada día la oruga guardaba alguna hoja extra para el pequeño caracol. El caracol estaba muy agradecido y la oruga se sentía bien ayudando a su amigo.
Un día, mientras la oruga comía su hoja del día, otro insecto se acercó. Era una mariposa, que admirada por el tamaño de la oruga, le preguntó si quería jugar. La oruga muy contenta aceptó la propuesta y se fue a jugar con la mariposa. Mientras jugaban, la mariposa le preguntó a la oruga por qué comía siempre tanto, y la oruga respondió “para crecer y ser grande”.
La mariposa al escuchar esto se rió y le dijo a la oruga que no debía creer todo lo que le decían los demás, que debía seguir su propio camino. La oruga se quedó pensativa. Después de jugar, la oruga volvió a su afán por comer, pero ya no se sentía tan feliz como antes.
Un día, la oruga encontró a una familia de hormigas que estaban desesperadas, porque las lluvias habían arruinado su hogar y ahora no tenían donde vivir. La oruga, sin pensarlo dos veces, ofreció su hogar y su hoja favorita para que las hormigas pudieran instalarse. Las hormigas agradecidas aceptaron el ofrecimiento de la oruga.
La oruga ahora pasaba sus días ayudando a otros, y no solo comiendo. Estaba más contenta que nunca, y su bondad había llegado a oídos de otros animales del bosque que acudían a ella en busca de ayuda.
Poco a poco, la oruga comenzó a sentir un cambio en su cuerpo, y no solo en su espíritu. Su cuerpo comenzó a estirarse, su piel a cambiar de color, y una sensación extraña comenzó a recorrer su cuerpo. La oruga estaba confundida, no sabía qué sucedía, pero una tarde, después de ayudar a una abeja que estaba perdida, la oruga se durmió para siempre.
Pero, cuando despertó, algo había cambiado en ella. Ya no era una oruga, sino una hermosa mariposa. Un ser lleno de color, con alas gigantes, que podía volar hasta el cielo y que se movía con elegancia.
La mariposa, al ver la belleza que había adquirido, se dio cuenta de que todo lo que había pasado en su vida había sido para algo. Por su bondad y ayuda a los demás, había obtenido la más hermosa recompensa que podía existir.
Desde ese día, la mariposa se dedicó a recorrer todo el bosque, ayudando a aquellos que lo necesitaban, y transmitiendo su historia a todos los animales que se topaba en su camino. La oruga glotona había cambiado el rumbo de su vida por su empatía hacia los demás, y ese acto de bondad, había convertido a una vulgata oruga en una hermosa mariposa.
Así que recuerda, si alguna vez te sientes triste o confundido, piensa en lo que puedes hacer para ayudar a los demás, porque quizás la recompensa que recibas sea la más hermosa que puedas imaginar.