La niña que ayudó a su hermana. Érase una vez una niña llamada Ana. Ella era la hermana mayor de su familia y siempre intentaba ser un buen ejemplo para su hermana pequeña, Sofía.
Sofía era una niña muy dulce, pero a veces tenía dificultades para hacer las cosas por sí sola. Ana notó que su hermana estaba teniendo problemas en la escuela y en la casa, así que decidió hacer algo al respecto.
Un día, cuando Ana regresó a casa después de la escuela, encontró a Sofía sentada en el suelo, llorando. Ana se acercó a ella y le preguntó qué pasaba.
«Es que no puedo hacer mis deberes de matemáticas, Ana», dijo Sofía. «No los entiendo y la profesora no me ayuda».
Ana se sentó junto a su hermana y le dijo que estaba ahí para ayudarla. Juntas, trabajaron en los problemas de matemáticas y Ana le explicó las cosas que Sofía no entendía. Sofía estaba muy contenta porque finalmente había entendido los problemas y había terminado sus deberes.
La empatía de Ana no se limitó solo a la escuela, también la mostró en casa. Su mamá estaba muy cansada por el trabajo y no tenía mucha energía para preparar la cena. Ana se ofreció a ayudarla, y juntas cocinaron una deliciosa cena para toda la familia.
Pero las cosas no siempre eran fáciles para Ana. Ella también tenía problemas en la escuela. A veces, se sentía frustrada porque no podía entender algunas de las lecciones. Pero, en lugar de darse por vencida, Ana trabajaba arduamente para entender las cosas que no le quedaban claras.
Un día, Ana llegó a casa de la escuela muy feliz porque había aprobado su examen de ciencias. Pero se encontró con que Sofía estaba triste porque había perdido a su mascota, un pequeño conejito.
Ana sabía que para Sofía, el conejito era más que una mascota, era un compañero y un amigo. Así que le ofreció su hombro para llorar y le prometió ayudarla a encontrar al conejito.
Juntas buscaron por todo el vecindario y preguntaron a los vecinos si habían visto al conejito de Sofía. Después de horas buscando, Ana vio algo moverse en un arbusto cercano. Era el conejito de Sofía.
Sofía estaba muy emocionada y feliz de tener su conejito de vuelta. Ella le agradeció a Ana por ayudarla y Ana se sintió muy bien al ver la felicidad de su hermana.
Desde ese día, la empatía de Ana se convirtió en una fuerza motriz para ayudar a otros. Ella siempre estaba dispuesta a echar una mano cuando alguien lo necesitaba.
Un día, en la escuela, Ana notó que un compañero suyo estaba siendo intimado por otros niños. Sabía que eso no estaba bien, así que se acercó a él y le preguntó cómo podía ayudarlo.
El niño le contó a Ana que estaba siendo intimidado porque encima era nuevo en la escuela y no conocía a nadie. Ana se acercó entonces a sus compañeros y les explicó la situación. Juntos, decidieron ayudar al niño nuevo a sentirse bienvenido en la escuela.
Comenzaron a hablar y jugar con él durante los recreos, y en poco tiempo, el niño se había integrado completamente. Ana estaba muy feliz, porque había ayudado a otro niño a sentirse más cómodo y a tener amigos.
Y así fue como la empatía de Ana se convirtió en una parte importante de su vida. Ella aprendió que, a menudo, solo se necesita un pequeño gesto para ayudar a alguien.
La empatía es ponerse en los zapatos de los demás, de entender cuáles son sus sentimientos y ayudarles a sentirse mejor. Ana supo hacerlo de la mejor manera posible y eso la hizo todavía más feliz en su día a día.