La Navidad en el castillo encantado

Tiempo de lectura: 6 minutos

La Navidad en el castillo encantado
¿PREFIERES UN AUDIOCUENTO?

Si prefieres, puedes escuchar el cuento mientras haces otras tareas

La Navidad en el castillo encantado. Érase una vez un castillo encantado en lo alto de una colina, rodeado de frondosos bosques y praderas verdes donde pastaban caballos, ovejas y vacas. Era un lugar mágico, lleno de leyendas y maravillas, donde todo era posible gracias a la presencia de una poderosa hechicera que lo había construido con sus propias manos y lo había dotado de un encanto inquebrantable.

En aquel castillo vivía una familia noble muy especial, los duques de la Rosa, quienes cada año celebraban la Navidad con una gran fiesta a la que eran invitadas todas las personas del reino y los habitantes del bosque. La fiesta era un acontecimiento inolvidable, con luces resplandecientes, música tradicional y una enorme cena en la que se servían los manjares más exquisitos de la región.

Pero aquel año, algo extraño había comenzado a suceder en el castillo encantado. Los sirvientes se quejaban de oír extraños susurros en las paredes, voces que provenían de pasillos que no conducían a ningún lado, y de misteriosas sombras que se desplazaban por las habitaciones. Los duques, poco dados a creer en supersticiones, intentaban restar importancia al asunto, pero lo cierto es que la presencia de un hechizo maligno comenzaba a ser cada vez más evidente.

Una noche, a pocos días de la Navidad, los duques se encontraban reunidos en el gran salón, apurados por los últimos preparativos de la fiesta. De repente, la puerta se abrió y apareció una figura encapuchada, envuelta en un abrigo negro y portando un extraño bastón de madera.

-Exijo que abandonéis este castillo -dijo la figura, con una voz gutural que transmitía un escalofrío a todos los que la escuchaban-. Vuestro tiempo ha terminado aquí.

Los duques permanecieron en silencio, observando con temor a la misteriosa persona que había entrado en su hogar sin su consentimiento.

-¿Quién eres tú? -preguntó finalmente la duquesa, intentando atisbar algo bajo la capucha.

-Soy la sombra del pasado -respondió la figura-, la venganza de los que se fueron y nunca regresaron.

Los duques comenzaron a captar el tono amenazante de aquellas palabras y, aunque intentaron mantener la calma, comprendieron que algo muy malo estaba sucediendo en su hogar. La figura avanzó hacia ellos, haciendo resonar su bastón sobre el suelo de mármol.

-Dejad este lugar, o sufriréis las consecuencias.

Con un gesto rápido, la figura desapareció, dejando tras de sí una estela de humo y misterio que inundó el salón. Los duques se miraron las caras, desconcertados, y decidieron que necesitaban ayuda para desentrañar el enigma que había caído sobre ellos.

La duquesa recordó entonces que en el bosque vivía un anciano sabio, que tenía fama de conocer los secretos más oscuros de la magia y las leyendas. Si alguien podía ayudarles a comprender la amenaza que se cernía sobre su castillo, era sin duda él.

Así, los duques se aprestaron a buscar al anciano, internándose entre los árboles y sortenado los riachuelos hasta llegar a un pequeño claro iluminado por una hoguera y un par de lámparas de aceite. Allí estaba el anciano, meditando sobre un gran tomo de cuero y mirando intensamente el fuego.

-Hola, honorable sabio -dijo la duquesa, postrando sus rodillas en el suelo en señal de respeto-. Venimos a pedir tu ayuda.

El anciano levantó la mirada y observó detenidamente a la pareja. Con un gesto, les indicó que se acercaran.

-Hablémoslo todo allí -dijo el anciano, señalando hacia una pequeña cabaña de madera que había a su lado-. Los problemas de este castillo se deben a algo muy antiguo, algo que va más allá de vuestras vidas.

Los duques lo siguieron hasta el interior de la cabaña, donde el anciano encendió una tetera en el fuego y comenzó a contarles una historia increíble, una leyenda que había llegado a él a través de las gentes del bosque.

Según la leyenda, cientos de años atrás, en aquel mismo lugar donde se encontraba el castillo encantado, había existido una aldea de cazadores y recolectores. Esta aldea veneraba a los espíritus de los bosques y había levantado un gran árbol, el Árbol de la Vida, que representaba la unión entre lo divino y lo mundano.

Sin embargo, un día, unos exploradores llegaron a la aldea y les ofrecieron riquezas y poder a cambio de que abandonaran su hogar y se trasladaran a otro lugar. La mayoría de la gente aceptó, pero unos pocos se negaron, creyendo en la fuerza del Árbol de la Vida para protegerlos de cualquier amenaza.

Los exploradores, enfurecidos, quemaron el Árbol, y con él, toda la aldea. Los pocos supervivientes se refugiaron entre las montañas y, a partir de entonces, abandonaron las creencias y la religión que habían regido sus vidas.

-La sombra que habéis visto en vuestro castillo es la de aquellos que fueron exiliados -concluyó el anciano-. Los pocos que quedaron y que, con el paso de los siglos, se olvidaron de su antigua religión. Ahora reclaman venganza por el daño que se les infligió.

Los duques comprendieron entonces que tenían que actuar rápidamente si querían salvar su hogar, su castillo y su fiesta de Navidad. Resolvieron, sin más demora, que lo mejor era buscar un acuerdo que satisficiera a los antiguos habitantes del bosque y les permitiera seguir celebrando sus festividades y costumbres.

Con la ayuda del anciano sabio, los duques establecieron un pacto con los espíritus del bosque, con el que se comprometieron a honrar la antigua religión y a hacer reparación por las heridas del pasado. Los espíritus, a cambio, se comprometieron a mantener la paz en el castillo y a permitir que la Navidad se celebrará todos los años en aquel lugar, como una muestra de respeto y reconciliación.

Y así sucedió. Desde entonces, el castillo encantado fue el hogar de una Navidad llena de magia y alegría, con luces brillantes, música y comida deliciosa para todos. Los duques se sintieron orgullosos de haber sabido llegar a un acuerdo que satisfacía a todos, y los habitantes del bosque, felices de que hubiera habido una solución pacífica a los problemas del pasado.

Dicen que, esa noche, se oyeron risas y canciones en las paredes del castillo, como si los antiguos habitantes hubieran aceptado por fin la paz y la armonía que tanto tiempo les había sido negada. Y, desde entonces, la Navidad en el castillo encantado se convirtió en una leyenda de paz y amor, un ejemplo para todos los que creían en la magia.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La Navidad en el castillo encantado
¿Te ha gustado «La Navidad en el castillo encantado»?
¡Compártelo con tus amigos!
Facebook
Twitter
Pinterest
WhatsApp
Email
Imprimir