La leyenda del unicornio plateado. Érase una vez una tierra donde los unicornios eran seres mágicos que otorgaban buenas fortunas a quienes los encontraran. Se decía que un unicornio plateado habitaba en aquella región, y que era el más poderoso y sabio de todos. Muchos se aventuraron a la búsqueda de ese unicornio, pero ninguno había logrado encontrarlo. Sin embargo, aún había alguien que no se daba por vencido. La joven Yara, quien había perdido a su padre y a su hermano, no había perdido la esperanza de encontrar al unicornio y pedirle que la ayudara a encontrar la paz que tanto necesitaba.
Desde muy temprano Yara salía a cabalgar en busca del unicornio, recorría valles y colinas, bosques y ríos, pero no había rastro alguno del ser mágico. En su angustia, se sentía perdida, sola y abandonada, pero algo dentro de su corazón le decía que debía seguir en su búsqueda.
Una tarde, mientras cabalgaba por un hermoso valle, vio en la lejanía una figura plateada. Con el corazón palpitando de emoción, se acercó a la figura y descubrió que se trataba del unicornio plateado.
El unicornio miró a Yara a los ojos y supo al instante que ella no estaba allí simplemente por curiosidad. Él sabía que ella necesitaba una respuesta a su dolor, y decidió ayudarla.
“¿Qué es lo que te aflige, joven Yara?” preguntó en voz baja el unicornio.
Yara se sintió tan conmovida por la presencia del unicornio que comenzó a llorar. Le contó la historia de su tragedia familiar y cómo se sentía completamente sola en el mundo.
El unicornio la escuchó atentamente y comprendió su dolor. Él le explicó que la vida en el mundo no siempre es justa, pero que las personas pueden encontrar consuelo en sí mismas, en la naturaleza y en los amigos que hacen en su vida. También le contó de la magia de la luna llena en las noches claras, cuando el mundo se transforma en un lugar misterioso y embriagador.
Yara sintió que, de alguna manera, esa conversación había aliviado su dolor. Se sintió en paz, agradeciendo al unicornio por su sabiduría y gentileza.
«Siempre estaré agradecida por tu presencia, mi querido unicornio plateado», dijo Yara mientras se despedía.
El unicornio simplemente sonrió mientras Yara comenzaba a cabalgar de regreso a su hogar, con una sensación de consuelo en su corazón.
Desde ese día, Yara visitaba al unicornio cada vez que tenía la necesidad de encontrar la paz interior. Ella se sentía unida a la criatura mágica, y se dio cuenta de que su corazón estaba más en paz.
Los años pasaron, y aunque Yara envejeció, no perdió su amistad con el unicornio, y él la apoyó en cada momento difícil que ella atravesó.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Yara se encontró con un joven triste y solitario. Él le dijo que había perdido todo lo que le importaba en este mundo, y que no tenía nada por qué vivir.
Yara recordó su propia tragedia y se sintió compadecida con aquel joven. Ella decidió contarle la historia del unicornio plateado y de cómo eso la había ayudado a encontrar la felicidad.
El joven estaba escéptico, pero Yara insistió en que lo llevaba a conocer al unicornio. Después de todo, había pasado muchos años cuidando su amistad, y ahora era su turno de compartir esa alegría con alguien más.
Cuando el joven vio al unicornio, su corazón se llenó de asombro y la curiosidad que parecía perdida volvió a surgir. Al escuchar sus palabras, el unicornio supo que tenía un nuevo amigo.
“¿Qué es lo que te aflige, joven amigo?” preguntó amablemente.
El joven comenzó a contarle su triste historia, la cual parecía ser muy similar a la de Yara. Y al igual que ella, encontró en la conversación con el unicornio consuelo y alivio.
Desde entonces, Yara, el joven y el unicornio plateado se convirtieron en muy buenos amigos, compartiendo su amistad e historias juntos. La leyenda del unicornio plateado se extendió por todo el país, y cada vez más personas buscaban su consuelo y sabiduría.
Y así, gracias a Yara, el joven y el unicornio, muchas personas descubrieron el poder de la amistad y la magia en sus vidas, y se sintieron más en paz consigo mismos.
Al final de sus días, Yara se despidió de su amigo unicornio, sabiendo que su alma interna había encontrado la paz y el consuelo que tanto ansiaba.
Pero la leyenda del unicornio plateado nunca murió, ya que la amistad entre ellos había dejado una huella imborrable en las personas que se cruzaron en su camino. Yara había dejado detrás de ella una historia de amistad, amor y sabiduría que perduraría a través de los siglos para todas las generaciones venideras.