La leyenda del fantasma de la montaña de los sueños. Érase una vez, en un lugar muy lejano y muy hermoso, había una montaña maravillosa, llamada la Montaña de los Sueños. En la Montaña de los Sueños vivían muchos animales, y todos ellos eran felices. Pero, al mismo tiempo, muchos de ellos tenían un poco de miedo.
Es que se contaba que allí también vivía un fantasma muy especial. Dicen que era un fantasma muy antiguo, que protegía la Montaña de los Sueños desde hacía muchos años. Se decía que el fantasma era muy bueno, pero que tenía un aspecto muy extraño.
Todos esos rumores eran suficientes para que muchos animales no quisieran acercarse a la montaña. Pero, un día, un pequeño ratoncito decidió que él no iba a tener miedo nunca del fantasma, y que iba a intentar acercarse a él para preguntarle quién era de verdad.
El ratoncito se acercó a la montaña y comenzó a trepar con todas sus fuerzas. Y, después de un rato, llegó a la cima. Allí, el ratoncito vio al fantasma por primera vez. Pero, en vez de tener miedo, el ratoncito se acercó a él y le dijo:
– Hola, fantasma. No tengo miedo de ti. ¿Quién eres?
El fantasma sonrió al ratoncito, y le dijo que su nombre era Timoteo. Luego, le explicó que él era el protector de la Montaña de los Sueños, y que estaba ahí para ayudar y cuidar de todos los animales que la habitan.
El ratoncito escuchó atentamente las palabras de Timoteo, y se dio cuenta de que todo lo que se contaba sobre él era mentira. Timoteo no era un fantasma terrible, sino un amigo muy especial.
A partir de ese momento, el ratoncito se convirtió en el mejor amigo de Timoteo. Los dos pasaron horas hablando sobre el bienestar de la Montaña de los Sueños, sobre cómo cuidarla y sobre cómo hacer que todos los animales que vivían allí fueran felices.
Juntos, recorrieron la montaña y vieron lo maravillosa que era. Descubrieron lugares hermosos, donde se respiraba aire puro, se escuchaba el canto de los pájaros, y se podía disfrutar de la belleza natural del lugar.
Después de unos días, el ratoncito decidió que era hora de regresar a su hogar. Pero, antes de hacerlo, Timoteo quería decirle algo muy importante:
– Amigo mío -dijo Timoteo-, quiero que sepas que siempre estaré aquí para cuidar de todos los animales de la Montaña de los Sueños. Y que tú, como mi amigo, siempre serás bienvenido aquí. Esta es tu casa también.
El ratoncito se emocionó mucho al escuchar las palabras de Timoteo, y se prometió que volvería a visitarlo tan pronto como pudiera. De hecho, no tardó mucho en hacerlo.
A medida que pasaba el tiempo, el ratoncito iba a la Montaña de los Sueños con más frecuencia, y se quedaba más tiempo cada vez. Se unió a Timoteo en sus tareas de cuidar a los animales y de mantener la montaña hermosa. Y, sobre todo, disfrutaba de la compañía y de la sabiduría de su amigo fantasma.
Así, el ratoncito aprendió, junto a Timoteo, cómo el amor y la amistad pueden vencer a cualquier miedo o leyenda. Y cómo, en el lugar donde reina la armonía y la comprensión, los sueños pueden hacerse realidad y todos pueden ser felices.