La leyenda del capitán Kidd. Érase una vez, en la costa este de Estados Unidos, un legendario pirata conocido como el Capitán Kidd. Este hombre era el terror de los mares, saqueaba barcos y ciudades costeras sin piedad y acumuló una gran fortuna en joyas y monedas de oro.
Pero, a pesar de ser temido por todos, había una persona que lo admiraba por su valentía y su astucia. Su nombre era John, un joven huérfano que vivía en una pequeña aldea costera y tenía un gran sueño: unirse a la tripulación del Capitán Kidd.
John había oído muchas historias sobre el famoso pirata, sobre sus hazañas y sobre su tesoro escondido en alguna parte de la costa. Y aunque muchos lo consideraban un bandido, él creía que el Capitán Kidd era un hombre justo y noble que había elegido vivir fuera de la ley para luchar contra las injusticias de la sociedad.
Un día, la suerte de John cambió. Mientras caminaba por la costa, vio un barco con la bandera de pirata ondeando en lo alto. No lo pensó dos veces y se acercó a la tripulación, pidiendo unirse a ellos.
Los piratas lo miraron con desconfianza, pero John estaba decidido y prometió hacer lo que fuera necesario para demostrar que era un buen compañero de tripulación. El Capitán Kidd, que estaba en cubierta observando la escena, decidió darle una oportunidad.
Y así, John se unió a la tripulación del Capitán Kidd. Durante meses, navegó por los mares, aprendiendo a luchar con espadas y a disparar con pistolas. Aprendió a buscar tesoros y a saquear barcos enemigos. Pero, sobre todo, aprendió el código de honor de los piratas, que consistía en la lealtad a la tripulación y el respeto a los débiles.
Un día, mientras estaban navegando hacia la costa, el Capitán Kidd reunió a toda la tripulación en la cubierta del barco. Les dijo que había descubierto la ubicación del más grande tesoro que jamás hubieran visto. Un tesoro que les daría riquezas para toda su vida.
Pero había un problema, el tesoro estaba en una isla que estaba fuertemente protegida por las fuerzas navales del rey. El Capitán Kidd sabía que conseguirlo no sería fácil, pero estaba dispuesto a arriesgarlo todo por su sueño.
La tripulación estaba emocionada, pero al mismo tiempo asustada. Sabían que enfrentarse al rey y a sus ejércitos era prácticamente un suicidio. Pero, como buenos piratas, decidieron seguir a su líder, confiando en su astucia y su valentía.
Llegaron a la isla y el Capitán Kidd desembarcó con un pequeño grupo de hombres. El resto de la tripulación se quedó en el barco, listos para actuar en caso de que fuera necesario.
Durante varios días, el Capitán Kidd y sus hombres se movían por la isla, buscando el tesoro y evitando a las patrullas navales. Pero no todo salió como esperaban.
Una tarde, mientras buscaban en una cueva en la costa, fueron sorprendidos por un grupo de soldados del rey. La batalla fue feroz, pero la tripulación del Capitán Kidd logró vencer a los soldados gracias a su astucia y a su valentía.
Sin embargo, la victoria fue amarga. El Capitán Kidd había resultado herido en el combate y la tripulación decidió regresar al barco para buscar ayuda médica. Durante el camino, hablaron entre ellos sobre su jefe, sobre todo lo que había hecho por ellos y sobre lo mucho que lo admiraban.
Cuando llegaron al barco, se dieron cuenta de que el Capitán Kidd había empeorado mucho. En medio de la confusión y la tristeza, uno de los piratas recordó algo que el Capitán había dicho en una ocasión:
«El tesoro más valioso no es el oro ni las joyas, sino la amistad y el honor de los hombres que luchan contigo».
La tripulación entendió entonces la importancia de las palabras del Capitán Kidd. El verdadero tesoro del pirata era la tripulación que había formado, un grupo de hombres unidos por la lealtad, el respeto y el coraje.
El Capitán Kidd murió esa noche, rodeado de su tripulación. Al día siguiente, enterraron su cuerpo en una pequeña isla en la costa, y plantaron una bandera pirata en su tumba.
Después de su muerte, la tripulación del Capitán Kidd se desintegró en pequeños grupos, algunos regresaron a la tierra, otros se unieron a otros piratas. Pero todos ellos recordaban con nostalgia el valor de su líder y su espíritu de caminar fuera de la ley.
Con el tiempo, la leyenda del Capitán Kidd creció, y muchos buscadores de tesoros viajaron a la costa este de Estados Unidos para encontrar su tesoro escondido. Pero el verdadero tesoro del Capitán Kidd nunca fue encontrado. Porque no estaba enterrado en ninguna isla, sino en la memoria de sus hombres, que lo admiraban por su valentía, su astucia y su habilidad para unir a los hombres en torno a un objetivo común.
Así termina la leyenda del Capitán Kidd.