La jirafa y el mono

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La jirafa y el mono
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La jirafa y el mono. Érase una vez, en la vasta sabana africana, una jirafa llamada Giselle y un mono llamado Simón. Giselle era una jirafa muy alta y elegante, con un pelaje manchado de color marrón claro y un cuello largo y estilizado. Simón, por otro lado, era un pequeño mono marrón con una cola larga y curva.

A pesar de sus diferencias, Giselle y Simón eran los mejores amigos en toda la sabana. Juntos, exploraban el mundo a su alrededor y pasaban su tiempo jugando y riendo.

Un día, mientras se divertían jugando al escondite en el bosque, Simón se lastimó su cola. Él estaba tan triste y dolorido que no quería hacer otra cosa que estar acostado en su cama de hojas. Giselle se acercó a su amigo y le preguntó qué le pasó en su cola.

«Me lastimé cuando intentaba saltar de árbol en árbol», dijo Simón con voz baja. «Duele mucho y no puedo moverme. Ni siquiera puedo jugar.»

Giselle entendió el dolor que Simón sentía y se sentó a su lado, acariciando su pequeña cabeza. «Lo siento mucho amigo», dijo ella con voz suave. «¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?»

Simón negó con su cabeza y suspiró. «No, no hay nada. Simplemente tengo que esperar a que sane. No podré jugar contigo o explorar la sabana por un tiempo».

Giselle se sintió muy triste por su amigo, y aunque le dolía no poder jugar con él, se quedó a su lado día y noche para hacerle compañía. Ella le traía hojas y frutas para comer, y contaba historias divertidas para animarlo.

Pero un día, mientras Giselle estaba allí sentada a su lado, se dio cuenta de algo. Los demás animales de la sabana no venían nunca a ver a Simón. Él estaba solo.

Giselle decidió que eso no estaba bien, y estaba furiosa de que los otros animales se hubieran alejado de su amigo en el momento en que más lo necesitaba. Ella sabía que tenía que hacer algo al respecto.

Giselle fue a hablar con los demás animales de la sabana y les dijo lo triste y solo que estaba Simón. Y aunque algunos dijeron que se sentían mal por él, ninguno quería visitarlo o pasar tiempo a su lado.

Giselle estaba decepcionada, pero no se rindió. Decidió hacer algo por sí misma para alegrar el día de su amigo. Así que se dedicó a recolectar bayas y nueces para hacer una deliciosa cena para Simón.

Cuando llegó la cena, Simón se sorprendió y se emocionó. Estaba muy contento de que su amiga hubiera hecho algo tan maravilloso por él. «Gracias, Giselle», dijo. «No puedo creer lo amable que eres».

«Simplemente quería hacerte feliz», respondió Giselle. «Eres un amigo muy especial para mí, y siempre estaré aquí para ayudarte».

Simón se emocionó y abrazó a Giselle con todas sus fuerzas. Él sabía que tenía a la mejor amiga del mundo.

Desde ese día en adelante, los dos amigos pasaron cada día juntos y apoyándose el uno al otro. Giselle entendió la importancia de la empatía y de estar ahí para sus amigos, incluso cuando es difícil. Y Simón nunca olvidaría el amor y la amabilidad de su mejor amiga.

Y así, Giselle y Simón vivieron felices para siempre, recordando que la empatía es una virtud muy importante.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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