La guardiana de los caballos del ocaso

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La guardiana de los caballos del ocaso
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La guardiana de los caballos del ocaso. Había una vez en un lugar lejano, una guardiana de los caballos del ocaso llamada Luna. Esta mujer era muy especial, pues su misión era velar por el bienestar de los caballos del ocaso, una raza única en el mundo, que solo aparecía cuando el sol se ponía.

Luna había sido elegida para esta tarea por la diosa de la luna, quien le otorgó habilidades mágicas para proteger y guiar a los caballos. Desde entonces, había dedicado su vida a cuidar de estos animales, que eran muy diferentes de los corceles comunes. Los caballos del ocaso eran muy veloces y majestuosos, su pelaje resplandeciente en los colores del atardecer y sus ojos brillando como estrellas en la noche.

Luna vivía en una hermosa cabaña, en lo alto de una colina, desde donde podía observar el horizonte y estar atenta a la aparición de los caballos del ocaso. Ella era muy sabia y conocía todo sobre ellos, desde su dieta hasta sus rutas de migración.

Un día, Luna se levantó temprano para prepararse para la llegada de un nuevo grupo de caballos del ocaso. Mientras encendía el fuego para preparar el desayuno, sintió que algo extraño estaba sucediendo. Los vientos llevaban los susurros de una tormenta que se acercaba, y Luna sabía que los caballos eran especialmente sensibles a las tormentas.

Corrió hacia la colina, desde donde podía ver el cielo con más claridad. La tormenta se acercaba rápidamente y estaba a punto de alcanzar la zona donde pastaban los caballos. Luna sabía que tenía que actuar rápido si quería salvarlos.

Corrió hacia el establo para buscar a su caballo más rápido, un alazán tan veloz como el viento. Montó en él y se dirigió hacia el lugar donde iba a encontrarse con la tormenta. El caballo saltó por encima de los arroyos y esquivó las ramas rotas, mientras Luna se aferraba a él en busca de equilibrio.

Cuando finalmente llegaron a la zona donde pastaban los caballos del ocaso, Luna se encontró con un paisaje desolador. La tormenta había arrasado el lugar, y los caballos habían huido despavoridos. Luna sabía que si no los encontraba pronto, estarían en grave peligro.

Montó a su caballo y se dispuso a buscar a los caballos del ocaso. Miró en todas direcciones, pero no lograba ver ni rastro de ellos. De repente, vio un destello en la distancia. Era un caballo dorado que parecía haber perdido el rumbo. Luna galopó hacia él, y al acercarse, se dio cuenta de que era un caballo muy especial. Tenía una marca en forma de luna en su pelaje, y sus ojos eran de un color ambarino que hacían recordar el atardecer.

Luna se acercó al caballo y le acarició la cara con suavidad. El caballo la miró con ojos tristes, y Luna supo que había que ayudarlo. Sin decir una palabra, ella montó a su caballo, y llevó al caballo dorado hacia su cabaña.

Una vez allí, Luna empezó a cuidar del caballo con esmero. El caballo respondió con docilidad, dejándose curar y alimentar por ella. Luna supo que estaba frente a un ser muy especial, pero no sabía cómo ayudarlo.

Una noche, mientras Luna dormía, tuvo un sueño muy vívido. Vio una imagen de los caballos del ocaso corriendo libres en las llanuras, mientras el caballo dorado los seguía de cerca. De repente, el caballo se transformó en una luz dorada y desapareció ante sus ojos.

Cuando Luna despertó, supo que tenía que ayudar al caballo dorado a encontrar su camino de vuelta. Encontró a los caballos del ocaso en una llanura, donde pastaban a salvo. Montó a su caballo y llevó al caballo dorado hacia ellos. Al llegar allí, los caballos del ocaso lo recibieron con alegría, y Luna supo que había cumplido su misión.

Momentos después, el caballo dorado empezó a desvanecerse ante sus ojos. Al igual que en su sueño, se transformó en una luz dorada que se elevó hacia el cielo, dejando a Luna con una sensación de paz y satisfacción.

Desde entonces, Luna siguió cuidando de los caballos del ocaso con el mismo cariño y dedicación, pero siempre supo que había algo muy especial en el caballo dorado. Sabía que ese ser había sido un mensajero de la diosa de la luna, enviado para recordarle que su misión era más grande que solo cuidar de los caballos del ocaso. Ella debía ser una guía para todos los seres heridos y perdidos, y así dió inicio a una nueva etapa en su diligente y noble vida.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La guardiana de los caballos del ocaso
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