La conejita y el jardín de los espejos. Érase una vez una conejita muy curiosa llamada Rosita, que vivía en un bosque con su familia y amigos. Rosita era una conejita muy aventurera y siempre estaba buscando nuevas emociones.
Un día, mientras jugaba, Rosita encontró una puerta escondida detrás de unas ramas. Intrigada, comenzó a investigar y encontró un jardín muy especial, lleno de flores y arbustos, pero lo que más llamó su atención fue una gran pared con muchos espejos.
Rosita, emocionada por su descubrimiento, corrió hacia la pared para ver su reflejo en uno de los espejos. La conejita estaba admirándose en el espejo cuando de repente ¡vio a otra conejita! Rosita se dio vuelta y vio a su lado a una conejita muy parecida a ella, pero en lugar de ser marrón como ella, esta era blanca.
– ¡Hola! – dijo la conejita blanca –, ¿cómo te llamas?
– Yo soy Rosita, ¿quién eres tú? – respondió la conejita marrón.
– Yo soy Rosi, también – dijo la otra conejita – ¡Soy tu reflejo!
Rosita no podía creer lo que estaba viendo. Esta era la primera vez que se veía a sí misma en un espejo, y encontrarse con su reflejo era algo mágico y emocionante.
A partir de ese momento, Rosita y Rosi se convirtieron en las mejores amigas. Juntas recorrían el jardín de los espejos, divertidas y emocionadas de tener una a la otra.
Con el tiempo, Rosita y Rosi aprendieron que en cada espejo del jardín podían encontrar una nueva amiga. Con gatos, perros, pájaros, ardillas, y muchas otras criaturas.
Las dos conejitas exploraban cada rincón del jardín, disfrutando de las flores y la naturaleza que lo rodeaba, pero lo que más les gustaba era jugar y reír juntas.
Pero a pesar de todo, Rosita comenzó a sentirse un poco insegura. En el jardín, todas las amigas se veían iguales a ellas. Todas eran conejitas marrones o blancas. Ella quería encontrar amigas que fueran diferentes, como aves de colores brillantes o flores con tonos extravagantes.
Un día, mientras caminaban por el jardín, Rosita compartió con Rosi su inquietud. Quería encontrar amigas diferentes, pero no sabía dónde buscar.
– No te preocupes, amiga – dijo Rosi –, los espejos del jardín muestran lo que está dentro de nuestros corazones. Si quieres encontrar amigas diferentes, simplemente debes buscar en tu corazón.
Rosi tenía razón, Rosita debía buscar en su interior. Y así, lo hizo. Cerró los ojos y se concentró, pensando en lo que realmente quería. ¿Qué tipo de amigos y amigas quería tener? ¿Qué los hacía diferentes?
Cuando abrió los ojos, Rosita se encontró frente a un nuevo espejo. Era un espejo con una forma peculiar, con un marco hecho de cristales de colores brillantes. Rosita se acercó y, ante su sorpresa, vio no solo su reflejo, sino el de todos sus amigos y amigas del jardín.
Todos estaban allí. Los pájaros, gatos, ardillas, flores, y otros animales que encontraron en su camino. Y en la imagen reflejada, se podía ver claramente lo que los hacía diferentes y especiales: el colorido plumaje de los pájaros, el pelaje suave y brillante de los gatos, el hermoso sonido de las aves.
Rosita se sintió feliz y llena de emoción. Había encontrado la respuesta a su inquietud. En su corazón, comprendió que la verdadera amistad no tiene límites y que todos podemos tener amigos y amigas diferentes, siempre y cuando los aceptemos y los queramos tal y como son.
Desde ese día, Rosita y Rosi siguieron jugando y explorando juntas el jardín de los espejos, acompañadas por sus amigos y amigas de diferentes colores y formas. Lo más importante era el amor y cariño que se tenían y que nunca los dejaría de unir. El amor verdadero es lo que marcó la diferencia y hizo que la conejita aprendiera una lección valiosa.
Y así, finaliza nuestras aventuras por el jardín de los espejos. Un lugar mágico, lleno de amistad y amor de todas formas y colores. Un lugar donde la única condición para hacer amistades es el verdadero amor sincero. ¿Quieres unirte a la aventura y descubrir lo que hay detrás del espejo de tu corazón? ¡Adelante! El jardín de los espejos te está esperando.