La casa encantada del fantasma bondadoso

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La casa encantada del fantasma bondadoso
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La casa encantada del fantasma bondadoso. Érase una vez, en un bosque encantado, una casa misteriosa que todos los vecinos conocían como La casa encantada del fantasma bondadoso. Nadie sabía exactamente cómo había llegado allí ni quién la había construido, pero lo que sí se sabía es que, desde su aparición, el lugar se había llenado de secretos y leyendas.

Cuenta la leyenda que en la casa vivía un fantasma, pero no uno cualquiera, un fantasma bondadoso que no hacía daño a nadie. Decían que cuando los niños se acercaban a la casa encantada, el fantasma les sonreía y les guiñaba un ojo, como si quisiera decirles que no tuvieran miedo.

Un día, un niño llamado Pedro decidió acercarse a la casa encantada para conocer al famoso fantasma bondadoso. No le tenía miedo al lugar, al contrario, le daban curiosidad todos los secretos que se escondían detrás de esas paredes. Se acercó con cautela a la puerta y tocó con sus nudillos. Para su sorpresa, la puerta se abrió sola. Pedro, con los ojos bien abiertos, se adentró en la casa.

A medida que avanzaba, se daba cuenta de que no había nada que temer. El lugar estaba lleno de misterio y fascinación, pero no había nada que pudiera hacerle daño. De pronto, escuchó una risa. Era el fantasma bondadoso. Pedro sintió un poco de miedo, pero el fantasma lo tranquilizó con una sonrisa y un guiño de ojo, tal y como decían las historias.

Pedro se sentó con el fantasma bondadoso y comenzaron a charlar. El fantasma le contó que había llegado allí muchos años atrás, que era un marinero que había naufragado en una isla lejana. Había llegado a ese lugar sin saber cómo, pero había decidido quedarse allí para siempre. Era un fantasma muy solitario, pero muy feliz de tener visitas. Los niños que se acercaban de vez en cuando, como Pedro, eran sus amigos.

Conversaron durante horas y el tiempo voló. Cuando Pedro se dio cuenta, ya estaba anocheciendo. El fantasma bondadoso le dijo que se tenía que ir, que su mamá estaría preocupada por él. Pedro le prometió que volvería a visitarlo pronto y se despidió con un abrazo.

Desde ese día, Pedro visitaba la casa encantada del fantasma bondadoso siempre que podía. Siempre se divertía mucho charlando y jugando con su amigo, el fantasma bondadoso. Los vecinos del pueblo veían al niño entrar y salir de la casa encantada, pero ya no sentían miedo ni pensaban que era peligroso. Sabían que allí vivía un fantasma bondadoso que hacía felices a los niños.

Un día, los vecinos decidieron celebrar una fiesta en honor al fantasma bondadoso. Querían demostrarle su cariño y agradecerle por ser tan bueno con los niños y no hacerles daño. Prepararon una gran mesa llena de comida y bebida y adornaron la casa con globos y serpentinas.

Llegó el momento de la fiesta y todos esperaban ansiosos al fantasma bondadoso. De pronto, lo vieron aparecer por la puerta. El fantasma estaba emocionado y contento por la sorpresa que le habían preparado. Se sentó con los vecinos en la mesa y charlaron durante horas. Los niños jugaban a su alrededor y se divertían muchísimo.

La fiesta había sido todo un éxito y el fantasma bondadoso estaba muy agradecido. Desde ese día, la casa encantada se llenó de vida y de alegría. El fantasma bondadoso ya no se sentía solo y triste, ahora tenía muchos amigos que lo querían. Los niños del pueblo acudían a verlo casi todos los días para charlar con él y jugar por las habitaciones de la casa.

Y así, a partir de entonces, la casa encantada del fantasma bondadoso pasó de ser un lugar tenebroso y desconocido a uno lleno de alegría y felicidad. Los vecinos del pueblo ya no le temían al lugar, al contrario, habían encontrado en él un espacio mágico en el que todos eran amigos y donde la única leyenda que existía era la del fantasma bondadoso, el buen amigo capaz de hacer sonreír a todos los niños.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La casa encantada del fantasma bondadoso
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