La casa del cementerio de los animales

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La casa del cementerio de los animales
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La casa del cementerio de los animales. Érase una vez una pequeña casa ubicada cerca del cementerio de los animales. La casa era muy conocida entre los niños del pueblo, y aunque parecía un poco tenebrosa, nadie le tenía miedo, ya que sabían que allí vivía alguien muy especial, una señora que cuidaba a todos los animalitos que perdían la vida y eran enterrados en el cementerio cercano.

La señora de la casa del cementerio de los animales se llamaba Camila, y siempre vestía ropas negras, con una capa que le cubría la cabeza y la mitad del rostro. Era muy misteriosa y por eso se decía que tenía poderes mágicos.

Un buen día, una niña llamada Sofía decidió visitar a la señora de la casa del cementerio de los animales. Sofía siempre tuvo una gran curiosidad por los animales, ¡le encantaba tenerlos cerca! Y aunque algunos de sus amigos le habían contado historias de miedo sobre la casa, ella quería conocer a la señora y a los animalitos.

Cuando llegó a la casa, la puerta se abrió sola y una voz le dijo: «bienvenida Sofía, veo que tienes un gran corazón». Asustada, la niña titubeó, pero recordó que quería conocer a la señora, y se armó de valor para seguir adelante.

En su interior, la casa era muy confortable, llena de almohadones y con una chimenea que calentaba el ambiente. Allí estaba la misteriosa señora Camila, sentada en una mecedora, que parecía esperar a la niña.

«Soy Camila, la cuidadora de los animalitos», dijo la mujer, quitándose la capa. «Sé que tienes curiosidad por ellos, Sofía, y hoy es tu día de suerte, ¡porque les encanta recibir visitas!»

Sofía se alegró muchísimo de saber que podría conocer a los animalitos del cementerio, y no pudo contener su emoción. «¿De verdad se puede visitar?», preguntó Sofía, todavía un poco asombrada. «Por supuesto, hija mía, este es el lugar donde la vida nunca termina», dijo Camila.

La niña y la señora continuaron hablando por un rato más, y mientras lo hacían, Sofía se dio cuenta de que tenía muchas cosas en común con la misteriosa mujer. Ella también amaba a los animales y los respetaba profundamente, y la señora lo comprendió de inmediato.

Después de un rato, Camila le mostró a la pequeña la forma de acceder al cementerio de los animales, un lugar mágico y desconocido para la mayoría del pueblo, y le recomendó que no tuviera miedo, porque allí no había nada que temer.

Sofía tomó aire, se armó de coraje y salió a la búsqueda de los animalitos. Lo que encontró allí fue un paraíso animal, un lugar lleno de flores y vida. El lugar estaba lleno de tumbas, cada una con un nombre y una fecha, pero el misterio de la muerte daba lugar a una sensación de paz y esperanza en el aire.

La niña se acercó a una de las tumbas y comenzó a leer su epitafio: «Aquí yace Fido, un perro fiel». De pronto, sintió como si alguien la siguiera; se dio la vuelta y ahí estaba, la figura de un hermoso perro negro con una lengua babeante.

«¡Hola amigo! ¿Cómo estás?», saludó Sofía, mientras acariciaba al animal. De pronto, el perro se puso a ladrar fuertemente y corrió hacia una de las tumbas cercanas. «Vamos a ver, tenemos que ayudarlos, Sofía», dijo el perro con la voz de Camila, que había salido a buscar a la niña.

Cuando llegaron a la tumba, se encontraron con un pequeño conejo atrapado entre las raíces del árbol que crecía encima. La niña y el perro rápidamente trabajaron juntos para liberarlo, y después de una dura lucha, lo lograron.

El conejo estaba muy asustado, pero cuando Sofía lo acarició, comenzó a sentirse mejor. Luego, el perro se acercó y le lamía la cabeza, como si supiera que necesitaba sentirse querido.

Así, la pequeña Sofía descubrió el misterioso pero maravilloso mundo de los animales del cementerio, y se hizo amiga de muchos de ellos. Y aunque a veces se daba cuenta de lo triste que era su existencia, el amor y los cuidados que recibían en la casa del cementerio de los animales hacían que vivieran felices y en paz, y que nunca fueran olvidados.

Desde ese día, visitaba a la señora Camila y a sus animalitos en la casa del cementerio a menudo, y juntos compartían momentos mágicos y llenos de amor.

Fin.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La casa del cementerio de los animales
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