La casa de los horrores de Halloween

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La casa de los horrores de Halloween
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La casa de los horrores de Halloween. Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Pueblo de Halloween, en el que todos los años celebraban el día de los muertos, la noche de brujas y muchas otras fiestas tan espeluznantes que hacía que sus habitantes se divirtieran mucho, hasta que llegó el año en el que un gran número de familias se mudaron de la ciudad y la dejaron en completa soledad.

La verdad es que el pueblo era maravilloso y tenía todas las características que cualquier persona que le gustara el terror y las cosas extrañas podía desear, pero por alguna extraña razón, no había suficiente gente interesada para habitar en él.

Con el pasar de los meses, las casas empezaron a deteriorarse y los lugares se volvieron oscuros y aterradores. Las personas que solían frecuentarlo no se acercaron más porque notaron algo extraño en el ambiente. El lugar había perdido su magia y se había convertido en lo que era antes de ser habitado.

La noche de Halloween llegó, y aquellos que se atrevían a entrar en el pueblo, no salían jamás. Esto solo hacía que las personas que rondaban alrededor creyeran que había algún tipo de maldición sobre él.

Una noche, mientras caminaba a casa, un grupo de vecinos se encontró con una extraña casa. Podía escucharse música y risas desde su interior. Decidieron que debían averiguar qué estaba sucediendo y fue entonces que, con muchas precauciones, se adentraron en la casa.

Al inicio, todo parecía perfecto. Podían oler el dulce aroma de las golosinas de Halloween que estaban en la mesa y disfrutaban de las risas y alegría que emanaban de la sala. Pero luego empezó todo. Las puertas y ventanas se cerraban y abrían solas, las luces parpadeaban y alumbraban solo en ciertos momentos, y todo se convirtió en una casa de terror.

Risas macabras, sombras en movimiento, personas que se manifestaban sin que nadie las hubiera invitado, todo ocurrió en cuestión de segundos. Los vecinos intentaron salir de la casa, pero la puerta se había cerrado y no se abría, lo mismo sucedía con las ventanas.

La casa había cobrado vida propia y no quería dejar a nadie salir. Era el destino de aquellos que se atrevieran a adentrarse en ella, jamás volverían a salir. Los pocos que habían estado ahí y habían sobrevivido, contaban historia tras historia de la casa, describiéndola como un lugar de pesadilla, un lugar en el que nadie debería estar.

Pero la verdad era que había algo en ella, algo que no se podía explicar, algo que atraía a la gente y que le otorgaba vida, tanto buena como mala. No era una casa embrujada, era una casa viva, una casa que cada año, atraía a las personas como un ritual, y que se nutría de su miedo.

Los vecinos que tuvieron la suerte de salir con vida de la casa, contaron al resto del pueblo lo que habían experimentado y cómo la casa tenía vida propia, pero nadie les creyó. Así que, año tras año, aquellos que estaban interesados en una experiencia diferente, entraban y no volvían a salir.

El pueblo se había convertido en algo peligroso, dejando que los zombies, brujas, puertas y ventanas se movieran por sí solas, haciendo que todo el lugar pareciera una casa de terror. La mayoría de las personas que se mudaron se fueron por el peligro que se había creado, dejando a la pequeña comunidad sola y aterrada.

Pero entonces ocurrió algo extraño. Aquellos que habían entrado a la casa, y nunca habían salido, empezaron a aparecer en las noches. Salían de la casa y aseguraban que habían encontrado la paz en su interior. La casa de repente dejó de ser peligrosa y el pueblo volvió a ser el que era antes. La gente volvía a moverse libremente y las fiestas volvieron a ser emocionantes.

La casa en Halloween ya no era un peligro para nadie. Era un lugar sagrado para aquellos que habían entrado y habían encontrado su paz. Algunos de los vecinos decidieron entrar a la casa y nunca regresaron. Ahora eran parte del lugar, y ellos eran los que hacían que la casa tomara vida cada año en Halloween.

El pueblo dejó de ser un lugar abandonado y se convirtió en un símbolo de Halloween. Una celebración en la que todo el mundo quería estar presente, en la que todo el mundo quería asistir a la casa de los horrores, una casa que ya no era peligrosa, sino que se había convertido en el lugar sagrado de las almas perdidas en Halloween.

Y así termina la historia de la casa de los horrores de Halloween, una casa que al principio aterraba a todo aquel que se atrevía a entrar pero que, con el tiempo, se convirtió en el hogar de todo aquel que buscaba la paz que no había encontrado en su vida.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La casa de los horrores de Halloween
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