La carta perdida de Santa Claus. Érase una vez, en un frío invierno, que Santa Claus se preparaba para su gran noche. En su acogedora cabaña de madera, rodeado de renos, elfos y juguetes, Santa Claus revisaba su lista de niños buenos y malos, y se aseguraba de que los regalos para cada uno estuvieran perfectamente envueltos y etiquetados.
Santa Claus era un hombre amable y gentil, siempre sonriendo y riendo. Sin embargo, en ese día frío y ventoso, algo le estaba molestando. Santa Claus había perdido una carta. No era una carta cualquiera, sino una carta muy especial que un niño había escrito con mucho cariño.
El pequeño Tommy, de tan solo seis años, había enviado la carta a Santa Claus una semana atrás. En la carta, Tommy le pedía a Santa un oso de peluche grande y esponjoso, así como un par de patines para compartir con sus amigos en el lago congelado cerca de su casa.
Santa había leído la carta con mucho cuidado, y había quedado impresionado con la madurez y la ternura de las palabras de Tommy. Él sabía que ese oso de peluche y esos patines eran muy importantes para el niño, y estaba decidido a hacer todo lo posible para cumplir su deseo.
Pero ahora, la carta había desaparecido. Santa revolvió su escritorio, buscó en la sala de envíos, preguntó a los elfos, a los renos y a todos los demás. Pero la carta no estaba en ninguna parte.
Santa Claus comenzó a preocuparse. ¿Cómo iba a encontrar el regalo perfecto para Tommy sin esa carta? Sabía que había miles de cartas más, pero ninguna de esas era tan especial como la de ese pequeño niño.
Sin embargo, Santa Claus no se dio por vencido. Decidió que buscaría la carta en todo el mundo si fuese necesario. Y así fue como comenzó su búsqueda.
Santa Claus se montó en su trineo, agarrando fuertemente las riendas, y salió volando hacia el cielo. Viajó por todo el mundo, visitando países y continentes, y preguntando a niños y adultos si habían visto la carta de Tommy.
Santa Claus visitó grandes ciudades, pequeños pueblos y aldeas remotas. Habló con príncipes y princesas, reyes y reinas, y mendigos en las calles. Pero en ninguna parte encontró la carta perdida.
Sin embargo, no se desesperó y continuó su búsqueda. Viajó por los desiertos, las montañas y los océanos, y visitó lugares extraños y desconocidos, de los que nunca había oído hablar.
Después de muchos días de búsqueda incansable, Santa Claus se sintió cansado y triste. Estaba listo para rendirse y aceptar que nunca encontraría la carta perdida de Tommy. Fue entonces cuando pasó por debajo de un hermoso arco iris. De repente, tuvo una idea.
Recordó que Tommy, en su carta, había dibujado un hermoso arcoiris que pintaba su paisaje. Entonces, pensó que si encontraba un arco iris, podría estar cerca de la casa de Tommy, o incluso más allá.
Santa Claus se sintió renovado, animado. Con sus ojos llenos de esperanza, buscó en el cielo y, finalmente, lo vio. Un arco iris brillaba en el horizonte y casi parecía que lo llamaba.
Santa Claus apresuró su trineo y vio que el arco iris lo llevó a las afueras de una pequeña ciudad. Aterrizó suavemente en un estacionamiento nevado y se acercó a una casa pequeña, adornada con guirnaldas y luces navideñas.
Allí, fue recibido por una familia amorosa y el pequeño Tommy. El niño se emocionó al verlo y corrió a abrazarlo. Santa Claus le hizo un guiño y, con un brillo en los ojos, sacó una caja grande de su saco de regalos.
Dentro, Tommy encontró su oso de peluche gigante y sus patines nuevos. El niño estaba emocionado y agradecido, y abrazó al anciano con mucha alegría.
Fue entonces cuando Santa Claus susurró al oído del niño: «No te preocupes, encontré tu carta y te estoy deseando un Feliz Navidad». El pequeño Tommy estaba impresionado y feliz, sin saber cómo su carta llegó a Santa Claus.
Santa Claus se disculpó por la tardanza y le explicó que había perdido su carta. Pero gracias a un arco iris y su perseverancia, pudo encontrar a Tommy y darle su regalo especial.
Tommy se sintió tan feliz que hizo que su familia preparara su cena navideña favorita para compartir con Santa Claus. Juntos, disfrutaron de una cena deliciosa y cantaron villancicos en su sala de estar.
Después de unos minutos, Santa Claus se despidió de la familia y se fue a su trineo. Miró hacia Tommy, le dio una sonrisa y un aceno de complicidad. Tommy nunca supo cómo su carta apareció en las manos de Santa Claus, pero tenía un regalo que lo hacía muy feliz. La Navidad fue un tiempo de gala en su hogar, en el hogar de Tommy, gracias a las maravillas de la perseverancia y la alegría.