La carrera de trineos de Santa. Érase una vez en el Polo Norte, donde la nieve cubría todo los días, unos duendes estaban emocionados porque se acercaba la carrera de trineos de Santa, uno de los eventos más esperados del año.
El jefe de los duendes, puso en acción el plan para preparar los trineos. Sabía que los renos de Santa estaban ocupados en su entrenamiento diario, pero eso no les impediría colaborar con la carrera tan importante. Todos los duendes trabajaron día y noche para asegurarse de que los trineos estuvieran en perfecto estado y relucientes para la gran carrera.
Mientras tanto, Santa estaba buscando el trineo perfecto para la gran carrera. Después de varias inspecciones, encontró uno que se ajustaba perfectamente a su estilo de conducción. Tenía una forma curva y elegante, con un sello de oro en la parte delantera que lo hacía único. Estaba tan emocionado con su nuevo trineo que pasaba horas practicando con él en el hielo.
El día de la carrera finalmente llegó y todo el Polo Norte estaba allí para presenciar el evento. Los renos de Santa estaban emocionados, saltando y corriendo de un lado a otro mientras esperaban para empezar. La multitud estaba aplaudiendo y gritando emocionados por la carrera que estaba por comenzar.
Santa finalmente subió a su trineo, ajustó sus guantes y gafas protectoras, y llamó a sus renos. Con un fuerte grito “¡Arriba!” salió a toda velocidad, llevando el trineo y los renos a toda velocidad.
La carrera fue intensa, todos los trineos, incluyendo el de Santa, llegaron a su máxima velocidad. En un momento, Santa incluso tiró de su trineo hacia un lado, logrando un movimiento asombroso que dejó a todos boquiabiertos. Incluso el equipo de los duendes no podía creer lo elegante y rápido que se movía su jefe.
Pero la carrera tuvo una sorpresa final.
Dando la vuelta a la última esquina en la pista, Santa se dio cuenta de que su trineo no se movía con la misma facilidad que al principio. Dio un fuerte grito, pero su trineo no respondía la misma velocidad, incluso comenzó a tambalearse. La multitud y los renos quedaron desconcertados, observando cómo la velocidad de Santa se reducía cada vez más.
Pocos segundos después, el trineo se detuvo por completo. La audiencia guardó silencio, solo se podía oír el sonido de la respiración. Pero de repente, una exclamación estalló en la multitud cuando alguien notó que las ruedas del trineo se habían salido de los rieles.
Los duendes tuvieron la solución. Rápidamente cogieron un nuevo par de ruedas de repuesto y las llevaron a Santa montado. Con solo unos segundos antes de que la carrera terminara, los duendes cambiaron las ruedas y le gritaron a Santa «¡Pruébalo de nuevo!».
Santa saltó al trineo y empuñando las riendas de nuevo, como si nada hubiera sucedido, comenzó a moverse nuevamente. La multitud lo ovacionó, emocionados por la valentía de Santa y el trabajo duro de los duendes.
A medida que se acercaba a la línea de meta, Santa tomó el control. Sus renos se movían con la velocidad y gracia que solo él podría lograr, llevándolo al primer lugar. La multitud se volvió loca, gritando y aplaudiendo por su victoria.
Santa bajó del trineo agotado, pero feliz. Se detuvo para saludar a los duendes que habían trabajado tan duro para ayudarlo a reparar el trineo, y los renos que lo habían llevado a la victoria. Todos juntos celebraron el éxito de la carrera, y se dio cuenta de que los pequeños momentos de trabajo y esfuerzo valían la pena cuando el resultado era tan grande.
Desde aquel día, Santa siguió participando en la carrera pero nunca olvidó la ayuda de sus amigos y la importancia del trabajo en equipo. Los duendes continuaron preparando los trineos y apoyando a Santa en cada carrera.
Así, cada vez que llegaba la carrera de trineos de Santa, todos los habitantes del Polo Norte se reunían para disfrutar del emocionante evento y ver quién sería el nuevo ganador. Siempre recordaban que, aunque la competencia era dura, lo más importante era hacerlo juntos, y eso es lo que hacía del evento algo especial cada año.