La caída del unicornio. Érase una vez un majestuoso unicornio de pelaje blanco y ojos azules que vivía en un bosque encantado. Él era muy solitario, ya que todos los animales del bosque lo consideraban un ser mágico y no se atrevían a acercarse a él. El unicornio siempre se preguntaba por qué era diferente a los demás, pero nunca encontró una respuesta satisfactoria.
Un día, el unicornio decidió aventurarse fuera del bosque y descubrir el mundo que lo rodeaba. Caminó durante horas hasta que encontró un prado lleno de flores, donde se detuvo para descansar. Mientras disfrutaba del paisaje, escuchó un ruido extraño cerca de él. Se dio la vuelta y vio a una hermosa cierva, que lo observaba con curiosidad.
El unicornio se sorprendió al ver a otro animal tan cerca de él. Se acercó a la cierva y, para su sorpresa, ella no corrió espantada. Hablaron durante horas y descubrieron que tenían mucho en común. La cierva le contó al unicornio que ella también era considerada un ser mágico y que los otros animales temían acercarse a ella.
Con la compañía de la cierva, el unicornio se aventuró aún más lejos del bosque y exploró lugares que nunca había visto antes. Juntos descubrieron hermosos paisajes y conocieron a otros animales mágicos como ellos. El unicornio se sentía feliz de tener a alguien con quien compartir su soledad.
Sin embargo, un día, mientras caminaban por un prado lleno de margaritas, el unicornio cayó en una trampa escondida. La cierva trató de liberarlo, pero fue en vano. El unicornio estaba atrapado y no podía moverse. La cierva se dio cuenta de que la trampa había sido colocada por un grupo de cazadores que andaban por allí.
La cierva corrió al bosque en busca de ayuda, pero el unicornio estaba solo y atrapado en la trampa. No sabía qué hacer y comenzó a sentirse muy solo y triste. Pasaron los días y el unicornio estaba cada vez más débil. Pensó que su destino era morir solo y atrapado en esa trampa.
Pero un día, cuando creía que todo estaba perdido, un misterioso ser apareció ante él. Era un hada, que había oído hablar de la trampa y había venido a rescatarlo. Con su magia, la hada liberó al unicornio de la trampa y lo ayudó a recuperarse.
El unicornio estaba agradecido con la hada y con la cierva, que había ido en busca de ayuda. Pero la hada le dijo que el mérito era del unicornio, que nunca había dejado de creer en la magia y la esperanza. Le dijo que había logrado lo imposible al salir del bosque y acercarse a otros animales mágicos como él.
El unicornio comprendió que la verdadera magia estaba en su interior, y que no se necesitaba ser igual a los demás para ser feliz. Descubrió que todos somos seres únicos y especiales, y que nuestra diferencia es lo que nos hace especiales.
De vuelta en el bosque, el unicornio ya no se sentía solo, porque tenía amigos con los que podía compartir su magia. Todos los animales ya no lo temían, sino que lo admiraban por su fortaleza y valentía.
El unicornio había descubierto que la verdadera magia no era solo la que venía de su cuerno, sino la que estaba en su corazón. Había encontrado la felicidad en la amistad y se dio cuenta de que nunca volvería a sentirse solo.
El hada y la cierva visitaban al unicornio con frecuencia, y juntos salían a explorar el bosque encantado. De un ser solitario, el unicornio se había convertido en un ser querido y respetado por todos. Y aunque había pasado por momentos difíciles, estaba agradecido por cada experiencia, porque eso lo había llevado a encontrar la verdadera magia de la vida.
Desde entonces, el unicornio ya no se sentía diferente a los demás, sino que se sentía feliz de ser quien era, una criatura mágica y valiente, capaz de encontrar la felicidad en la amistad y en la aceptación de su propia diferencia.
Y así, el unicornio se convirtió en una leyenda en el bosque encantado, no solo por su cuerno mágico, sino por su gran corazón y su espíritu valiente y compasivo. Su caída había sido la puerta que lo llevó a encontrar su verdadero camino. Una vez más, la magia del bosque había triunfado, y todos habían aprendido una valiosa lección: que la verdadera magia realmente viene del interior.