La cabra y el lobo. Érase una vez en un hermoso bosque, vivía una pequeña cabrita llamada Clara. Clara era una cabra muy amable y cariñosa, siempre estaba dispuesta a ayudar a sus amigos y a hacer el bien.
Una tarde, mientras pastaba en el prado, Clara escuchó un fuerte rugido que provenía del otro lado del bosque. Asustada, se escondió detrás de un árbol y observó cómo un gran lobo gris corría hacia ella.
– ¡Hola, pequeña cabra! – dijo el lobo con una sonrisa malvada en su rostro -. ¿Qué haces por aquí sola?
– Hola, señor lobo –respondió Clara con su voz temblorosa-. Estoy aquí paciendo, ¿y usted?
– Yo estoy de cacería –respondió el lobo-. He venido aquí en busca de algún animal para mi cena. ¿Y tú no eres una deliciosa cabra para saciar mi hambre?
– Oh, no señor lobo –respondió Clara-. Yo no soy una comida, soy una cabra amable y cariñosa.
– ¿Amable y cariñosa? –rió el lobo-. Eso no importa, hoy tengo hambre y tú serás mi cena.
Clara tembló de miedo al ver las afiladas garras del lobo y pensó que ya no había escape para ella. Pero justo en ese momento, un pequeño zorro llamado Tomás apareció ante ellos.
– Hola, amigos –saludó Tomás sonriente-. ¿Qué está pasando aquí?
– Este lobo quiere comerse a la pobre Clara –dijo Tomás con gesto preocupado-.
– ¡Exacto! –gruñó el lobo-. Hoy tengo hambre y una deliciosa cabra como ella será perfecta para mi cena.
Tomás, que era muy astuto y sabía cómo tratar con los demás animales del bosque, decidió conversar con el lobo para que dejara en paz a Clara.
– Señor lobo, usted no tiene que comer a Clara. Ella es una buena cabra, siempre ayuda a los demás animales del bosque, ¿no cree que es mejor dejarla en paz?
El lobo pensó por un momento y luego cambió su expresión amenazadora por una sonrisa aparente.
– Tienes razón, amiguito –dijo el lobo con un tono más pacífico-. No tenía que asustar a tu amiga Clara, prometo que no volverá a suceder.
Clara se sintió agradecida y aliviada de haber escapado de ser la cena del lobo, pero al mismo tiempo estaba sorprendida por la forma en que el zorro había logrado persuadir al lobo para dejarla en paz.
Después de aquella situación, Clara le preguntó a Tomás cómo había logrado convencer al lobo para que no la lastimara. El zorro le explicó que toda la situación se trató de una simple conversación en la que buscó encontrar un punto en común que convenciera al lobo de no atacarla.
– Además, Clara, es importante que tengamos empatía con los demás animales –dijo Tomás-. Eso significa ponerse en el lugar del otro y entender sus sentimientos y emociones. Si todos practicamos la empatía, seremos más amables y ayudaremos a construir un bosque más solidario y unido.
Clara entendió perfectamente las palabras de Tomás y se comprometió a ser siempre empática y amable con los demás animales del bosque, y así poder construir un ambiente más harmonioso y agradable para todos.
Desde aquel día, la pequeña cabra se aseguró de ayudar a los demás animales con tareas como buscar comida y agua, cuidar de los hijos y ayudar a los más ancianos en sus labores diarias. Finalmente, el bosque se convirtió en un lugar más unido y colaborativo, en el que todos los animales vivían en paz y armonía.
La cabra y el lobo aprendieron a convivir en el bosque y, aunque no eran amigos cercanos, empezaron a comprender la importancia de respetar y cuidar a los demás. Clara se convirtió en una líder para su comunidad y siempre recordaba que la empatía era la clave para construir un futuro mejor.
Y así, el bosque se llenó de amabilidad, caridad y compasión gracias a Clara, la pequeña cabra que enseñó a todos los demás animales la importancia de ser empáticos y comprender los sentimientos de los demás. Y desde aquel día, todos los animales se comprometieron a vivir en paz y armonía, ayudándose los unos a los otros, siguiendo siempre los valores de la amistad, el respeto y la empatía.