La búsqueda del unicornio escondido en la montaña. Érase una vez en una tierra lejana, rodeada de montañas y valles, donde se contaban historias de una criatura mágica, un unicornio, que habitaba en lo alto de una montaña. Se decía que este unicornio era el más hermoso y poderoso de todos y que solo se dejaba ver por aquellos que eran dignos de su presencia. La leyenda también contaba que aquellos que eran lo suficientemente valientes como para buscarlo, encontrarían la verdadera felicidad.
Muchos aventureros intentaron encontrar al unicornio, pero todos fracasaban en su búsqueda y se regresaban a sus hogares, desanimados. Pero un día, un joven llamado Manuel decidió que él encontraría al unicornio y demostraría que era digno de su presencia.
Manuel viajó durante días, a través de montañas y valles, hacia la montaña donde se decía que vivía el unicornio. Pero a medida que se acercaba a su objetivo, la gente que encontraba se sorprendía al verlo y le advertía sobre los peligros que aguardaban en la montaña. Pero el joven no se detuvo, y en su corazón, estaba seguro de que encontraría al unicornio.
Finalmente, Manuel llegó a la montaña donde se decía que el unicornio estaba escondido. Pero el joven se sorprendió al encontrar una gran cantidad de rocas y la escarpada cima de la montaña. Con determinación, comenzó a escalar la montaña, subiendo por caminos peligrosos y arriesgados. Pasó varias horas escalando y luchando contra la escarpada montaña antes de llegar a una cueva donde, según la leyenda, estaba escondido el unicornio.
Al entrar en la cueva, Manuel se sorprendió al encontrar al unicornio, que era tan hermoso como se había dicho. El unicornio estaba al principio de la cueva, mirándolo con sus grandes ojos y su larga crin.
Manuel se acercó al unicornio, temblando de emoción, y extendió su mano para tocar la suave piel del unicornio. Pero el unicornio lo miro con cautela antes de correr hacia la parte trasera de la cueva.
Manuel se apresuró detrás del unicornio, corriendo por pasillos oscuros y empinados. Pero en cada nueva esquina, el unicornio escapaba. La búsqueda duró horas, hasta que Manuel exhausto, se enfrentó al unicornio en un gran salón en el corazón de la cueva.
El unicornio miraba fijamente a Manuel, mientras se acercaba lentamente, parecía acariciar su mano mientras la blanca criatura de la miraba en los ojos. Manuel empezó a llorar de alegría cuando el unicornio se acercaba a él y le mostraba su lealtad, aceptando así, la amistad del joven.
Tras esa interacción, el unicornio permitió que Manuel acariciara su majestuosa cabeza. Manuel sintió una sensación de paz interior cuando el unicornio se dejó tocar por él y comenzó a relajarse. La belleza del unicornio en combinación con la sensación de paz que llenaba todo su cuerpo lo hizo sentir como si estuviera flotando.
Manuel se dio cuenta de que lo que todos decían era cierto: aquellos que encontraban al unicornio serían felices para siempre. Porque encontró el verdadero significado de la felicidad en la presencia del unicornio, en un lugar donde parecía imposible de encontrar.
Después de algunos momentos más para apreciar la presencia de su nuevo amigo, Manuel decidió que era el momento de regresar al mundo. Se levantó y fue rápidamente a la salida de la cueva, donde lo esperaba una gran multitud de aventureros que habían seguido su camino. Pero Manuel no podía estar más feliz, regresó con la sensación de haber encontrado un verdadero tesoro que cambiaría su vida para siempre. En ese momento, supo que había encontrado la verdadera felicidad y la llevaba consigo luego de su búsqueda del unicornio escondido en la montaña.