La búsqueda del regalo perfecto. Érase una vez una pequeña abeja llamada Mielita que estaba decidida a encontrar el regalo perfecto para su amiga Florecita en su cumpleaños. Mielita y Florecita eran amigas desde que eran pequeñas. Crecieron juntas en el jardín que rodeaba la colmena y pasaban cada día llenas de aventuras. Ahora que Florecita estaba a punto de cumplir años, Mielita sabía que tenía que encontrar el regalo perfecto para su amiga especial.
Mielita se preguntó qué podría darle a Florecita que fuera tan hermoso y único como ella misma. Después de dar muchas vueltas por el hermoso jardín, Mielita decidió ir a visitar a sus amigos del prado. Ellos eran expertos en mantenerse al día en las últimas tendencias del mundo de los insectos, así que seguramente podrían ayudarla a encontrar el regalo perfecto.
Primero Mielita preguntó a las mariposas, pero sus sugerencias eran demasiado caras para su presupuesto. A continuación, preguntó a las mariquitas, pero sus sugerencias eran demasiado simples para lo que quería para su amiga Florecita. Mielita se estaba quedando sin ideas.
Finalmente, las abejas del prado le mostraron un jardín secreto escondido detrás de un árbol de cerezo en flor. Mielita nunca había visto un jardín tan espectacular. Era como una tienda de regalos: ramos y coronas de flores, botellas llenas de néctar y polen, frutas y verduras frescas, todo rodeado de un aroma delicioso. Mielita se sintió abrumada por la belleza del lugar.
Cuando le preguntó a las abejas de dónde venían todas estas cosas, le contaron que el jardín secreto era propiedad de la señora Búho, una sabia anciana que vivía en un árbol no muy lejos de allí.
Mielita se dirigió hacia el árbol y entró en la casa de la señora Búho. Era una casa acogedora y llena de colecciones extrañas, estanterías llenas de libros y objetos brillantes colgados del techo. La señora Búho estaba sentada en su sillón, leyendo uno de sus libros favoritos. Mielita se acercó con precaución y saludó a la señora Búho.
– Buenas tardes, señora – dijo Mielita tímidamente. – Soy Mielita, una abeja. Busco el regalo perfecto para mi amiga Florecita y me dijeron que su jardín secreto es el lugar perfecto para encontrarlo.
– Ah, Mielita – dijo la señora Búho con una sonrisa amable. – Tu amiga Florecita es una flor muy especial. Wama, wama, wama. Desde hace mucho tiempo he estado guardando una botella de miel de una flor tierna y única, escondida de todos los demás. Creo que sería el regalo perfecto para ella.
Mielita agradeció a la señora Búho y voló de regreso a la colmena emocionada con el regalo perfecto. La botella estaba llena de miel dorada con un sabor exquisito. Mielita sabía que a Florecita le encantaría y que sería como tener un pedacito del jardín secreto de la señora Búho en casa.
El día del cumpleaños de Florecita llegó y Mielita estaba emocionada de entregar su regalo especial. La colmena estaba preparada para la fiesta de Florecita y estaba llena de felices amigas y amigos. Cuando Florecita abrió el regalo, sus ojos se iluminaron con asombro y emoción.
– ¡Qué hermoso!, ¡esto es maravilloso!, exhaló Florecita. – Mielita, nunca te acabaré de agradecer el regalo, este frasco es único, ¡y la miel tiene un sabor tan delicioso!
Mielita se sonrojó de felicidad al ver a Florecita tan emocionada. Estaba contenta de saber que había encontrado el regalo perfecto y que su amiga estaba feliz. Durante el resto del día, las dos abejas jugaron juntas y disfrutaron del hermoso jardín en su cumpleaños.
Mielita aprendió que a veces el mejor regalo no era el más grande o el más caro, sino aquel que reflejaba la verdadera amistad y cariño que sentía por sus amigos. Desde ese día en adelante, siempre buscó el regalo perfecto de la misma manera, buscando lo que realmente significaba y lo que representaba la amistad.
Florecita se dio cuenta de que lo más importante no era el costo o la sofisticación sino los sentimientos verdaderos que emergían de cada presente. Las dos abejas continuaron explorando y descubriendo juntas, sorprendiéndose y emocionándose con cada nuevo encuentro.
Asimismo, es precisamente en estas probadas tradiciones, como la de compartir afecto y cariño, que se construyen las relaciones más duraderas. Que el presente sea la excusa para reflexionar acerca de esto, y que recordemos al dar, la esencia pura de la humanidad.
FIN.