La búsqueda del fantasma de la montaña. Érase una vez un pequeño pueblo ubicado al pie de una montaña. Este pueblo siempre había sido tranquilo y apacible, pero últimamente, algo extraño estaba sucediendo. Muchos habitantes del pueblo afirmaban haber visto un fantasma que aparecía de repente en la montaña. ¡La gente estaba aterrorizada!
Un día, un grupo de niños se reunieron en la plaza del pueblo para discutir la situación.
– ¿Habéis oído hablar del fantasma de la montaña? – preguntó Julián, el niño más aventurero del grupo.
– ¡Sí! – exclamó Carlos, uno de sus amigos – ¡Y yo quiero ir a buscarlo!
– ¡Yo también! – exclamó Valeria, la más valiente del grupo.
Y así, después de discutirlo un poco más, decidieron ir en busca del fantasma de la montaña. Tomaron las mochilas, algunas linternas y ¡se fueron a la aventura!
La montaña era enorme y estaba cubierta de árboles y piedras. Los niños avanzaron rápidamente, explorando cada rincón de ese hermoso paisaje, haciéndose preguntas sobre lo que podrían encontrar. ¿Serían capaces de capturar al fantasma? ¿Cómo sería? ¿Era amigable o malvado?
Después de un rato caminando, se encontraron con el camino que llevaba hacia la cima de la montaña.
– Esta es la última parte – dijo Valeria.
– ¡Sí! – dijo Carlos emocionado – ¡Seguro que encontramos al fantasma aquí!
Los niños seguían caminando, iluminando el camino con sus linternas. A lo lejos, pudieron ver una silueta extraña, flotando en el aire.
– ¡Mirad! – gritó Julián – ¡Es el fantasma!
– ¡Uau! – dijo Valeria – ¡Qué bonito! ¿Por qué asusta a la gente?
– No lo sé – respondió Carlos – ¡Pero yo quiero hablar con él!
Los niños se acercaron lentamente, pero el fantasma todavía flotaba en el aire. Parecía moverse con el viento como si fuera una hoja de papel.
– Hola – dijo Valeria, tratando de hablar con él.
Pero el fantasma no se movió. Parecía que no podía oír lo que los niños decían.
– ¿Qué hacemos? – preguntó Julián.
– Espera – dijo Carlos – Tengo una idea.
Carlos había traído una pequeña flauta de su casa. Decidió tocar una canción, esperando que el fantasma pudiera escucharlo y bajar para hablar con ellos.
Y de repente, ¡el fantasma bajó flotando de la montaña y se acercó a ellos! Los niños ¡se quedaron boquiabiertos! Nunca antes habían visto algo tan hermoso y mágico.
– ¡Hola! – dijo el fantasma en voz baja, como si su voz fuera un suspiro.
– ¡Hola! – respondieron los niños, un poco sorprendidos por escuchar a un fantasma tan tranquilo y amable.
– ¿Por qué asustas a la gente? – preguntó Valeria.
– No los asusto – dijo el fantasma – Solo quiero ayudar.
– ¿Ayudar en qué? – preguntó Julián.
El fantasma flotó un poco más alto y les mostró una vista increíble de la montaña. Había plantas y animales que la gente del pueblo nunca había visto.
– Quiero que la gente cuide la montaña como si fuera un tesoro – dijo el fantasma – Si no lo hacen, peligra toda la vida que hay en ella.
Los niños entendieron al fantasma y decidieron que era tiempo de mejorar las cosas en su pueblo. Volvieron al pueblo y contaron su aventura a los adultos.
A partir de ese día, todos empezaron a cuidar la montaña y a valorarla de verdad. Además, los niños enseñaron a todo el pueblo la canción que había tocado Carlos y todos la cantaban a coro mientras trabajaban.
Y así, gracias a los niños ¡el fantasma dejó de ser una amenaza y la montaña la convirtieron en un lugar hermoso y lleno de vida para todos! Desde ese día, los habitantes del pueblo miraban la montaña con otros ojos, sabiendo que no había que temer al fantasma, sino valorar la belleza y el tesoro que había en ella.