Érase una vez, en un reino lejano, había una hermosa princesa llamada La Bella Durmiente. Era la princesa más hermosa de toda la tierra, con cabello largo y dorado y ojos azules brillantes. Era querida por todos los que la conocían.
Un día, en su decimosexto cumpleaños, el hada madrina le dio un regalo a la Bella Durmiente. Era un huso, una herramienta utilizada para hilar hilo de lana cruda. Pero el regalo estaba maldito, y cuando la Bella Durmiente lo tocó, cayó en un sueño profundo.
Todo el reino estaba en estado de shock. El rey y la reina estaban desconsolados e hicieron todo lo posible para tratar de despertar a su hija. Pero sin importar lo que hicieran, la Bella Durmiente permaneció dormida.
Pasaron los años y el reino cayó en la desesperación. La gente perdió la esperanza y el reino cayó en mal estado. Pero un día, un apuesto príncipe llegó al reino montado en su caballo blanco. Había oído hablar de la hermosa Bella Durmiente y estaba decidido a despertarla de su sueño.
El príncipe se dirigió al castillo, donde la Bella Durmiente yacía dormida en una torre alta. Subió la escalera de caracol y entró en su habitación. Allí vio a la bella princesa, aún dormida después de todos estos años.
El príncipe estaba lleno de determinación. Tomó la mano de la Bella Durmiente entre las suyas y la besó suavemente en los labios. Y así, la maldición se rompió y la Bella Durmiente se despertó.
El príncipe y la Bella Durmiente se enamoraron y se casaron en una gran ceremonia. El reino se regocijó y todos vivieron felices para siempre.