La batalla por la joya de la corona. Érase una vez en un lejano reino llamado Gemaeterno, una joya de valor incalculable que adornaba la corona del rey. Esta gema era tan brillante que parecía tener vida propia, y se decía que tenía el poder de conceder deseos a cualquiera que la poseyera. Debido a esto, la joya era tan deseada que muchos intentaron arrebatársela al rey, pero él la protegía con furia y la guardaba en su castillo como la protección de su reino.
Un día, un perverso mago llamado Zoltar descubrió la existencia de la joya de la corona y decidió hacer todo lo posible por obtenerla. Él creía que esta gema podía concederle el poder para gobernar el mundo. Así que decidió reúne a un gran ejército de monstruos para asaltar el castillo del rey y robar la joya. Zoltar esperaba poder usar su magia para proteger a sus monstruos mientras hacían el saqueo. Con una sonrisa malvada en su rostro, Zoltar dio la orden de atacar.
El ejército de monstruos avanzó hacia el castillo, demolieron las puertas y comenzaron a atacar a los guardias del rey. Pero los soldados del rey estaban bien entrenados, y no cedieron tan fácilmente al ataque enemigo. Peleando con valentía, lucharon para repeler a los monstruos por cada centímetro dentro del castillo.
En medio de la batalla, el rey recibió un fuerte impacto en la cabeza y cayó inconsciente en el suelo. Al ver a su líder inerte, los soldados empezaron a retroceder, y los monstruos comenzaron a ganar terreno en la lucha.
Pero en ese mismo instante, un joven y valiente príncipe llamado Alex, quien había sido entrenado en artes marciales por años, llegó a la escena de la batalla. Al ver el desesperante panorama, Alex sabía que tenía que hacer algo para salvar al rey y al pueblo. Aprovechando su habilidad en artes marciales, comenzó a luchar contra los monstruos. Con cada puñetazo y patada, derribaba a uno a uno de los enemigos.
La sorpresa del ejército de monstruos fue tan grande que en un abrir y cerrar de ojos, fueron completamente derrotados. Fue como si hubieran luchado contra un dios. Al ver a Zoltar vencido, Alex lo enfrentó diciendo:
― ¡Ríndete o sufrirás del mismo destino!
― Jajaja, nunca en esta vida lo lograrás, niño arrogante – respondió Zoltar.
Con una sonrisa de confianza, Alex volvió a avanzar para enfrentarse a Zoltar. Los dos comenzaron un combate en el que ambos eran excelentes luchadores. El rumor de sus espadas se escuchaba por todo el castillo, pero finalmente, después de un intercambio vibrante de golpes, Alex logró vencer a Zoltar y, sin demora, tomar la joya de la corona en su mano.
Entonces, en medio del ruido de la victoria que se celebraba ya en el fuera del castillo, una suave luz se empezó a emanar de la joya en la mano de Alex. Como si la misma piedra estuviera conectada a su alma, comenzó a concederle un deseo.
―Concédeme mi segundo deseo: Pido que las guerras terminen en el mundo, que exista un reino de paz.
Y así, como un susurro, la joya concedió el sueño de Alex. Desde ese día, el mundo nunca volvió a ser el mismo. La gente finalmente se dio cuenta de que la guerra no era la solución, y esa lección fue transmitida de generación en generación. Alex fue recordado como el héroe que salvó el reino y, por su coraje y visión, dejó un legado como el príncipe que transformó los corazones de los hombres.
La gema permaneció en la corona del rey protegida por el príncipe Alex, hasta que finalmente llegó un momento en que el rey decidió pasar la corona y la gema a la siguiente generación. Pero la leyenda de la joya viviría para siempre y nunca podría ser olvidada sus épicas aventuras a través de los años.
Y así es como termina la historia de la joya de la corona, cuya leyenda todavía vive.