La aventura del unicornio blanco. Érase una vez un unicornio blanco que vivía en el bosque más mágico y encantador que existía. El unicornio era famoso por ser el animal más noble y gentil de todo el bosque. Su pelo blanco y reluciente, su larga y rizada melena blanca, y su largo cuerno blanco en la frente, lo hacían distinguirse del resto de los animales.
Un día, el unicornio blanco se despertó con un extraño presentimiento. No sabía qué era lo que sentía, pero sabía que era algo importante. Salió de su hogar y comenzó a caminar por el bosque, buscando señales de lo que pudiera estar sucediendo.
De repente, el unicornio blanco vio un extraño resplandor en el cielo. Parecía un rayo de luz, un haz de energía que se acercaba más y más a él. Se sobresaltó al principio, pero al sentir el cálido abrazo del haz de luz, comprendió que no tenía nada que temer.
Conforme el rayo de luz se acercaba, el unicornio blanco empezó a sentir que algo estaba cambiando en él. Comenzó a respirar de forma diferente, y su cuerpo se hizo más ligero. Sintió una gran emoción en el corazón y un inmenso amor en el alma, y comprendió que no podía quedarse allí sin hacer nada.
Comenzó a correr más y más rápido, y cuando llegó a la orilla del río, vio a una hermosa dama desfallecida en el agua. El unicornio blanco saltó al río, y le tendió la mano a la dama para ayudarla a salir. La dama tenía los ojos cerrados, pero al sentir la mano del unicornio la abrió y empezó a llorar.
El unicornio blanco no sabía qué hacer, así que decidió poner su oreja cerca del pecho de la dama, para escuchar su corazón. El latido era tan débil que parecía que iba a desaparecer en cualquier momento.
En ese momento, el unicornio se dio cuenta de que no había tiempo que perder, y comenzó a correr más y más rápido, saltando sobre piedras y precipicios. Finalmente, encontró una cueva escondida entre las rocas, y la llevó allí.
Dentro de la cueva, el unicornio encontró una fuente de agua cristalina. La dama bebió del agua y se sintió mejor. Luego, el unicornio le dio un trozo de pan y le preguntó quién era.
La dama le contó su historia. Se llamaba Elena, y había sido secuestrada por un malvado duende que la había hecho prisionera en una torre encantada. Elena lloraba desconsolada, porque no había manera de escapar de allí.
El unicornio blanco comprendió que tenía que hacer algo. Se acercó a la dama, y empezó a susurrarle al oído. Elena cerró los ojos, y el unicornio la tocó con su cuerno en la frente. De repente, Elena se sintió feliz, alegre y emocionada.
Los dos salieron juntos de la cueva. El unicornio llevó a Elena a un lugar secreto en el bosque, donde habían flores de todos los colores, y árboles con frutas deliciosas. Allí, Elena respiró el aire libre, y se sintió viva.
De pronto, la malvada presencia del duende hizo aparición. El unicornio blanco salió a defender a Elena, con su cuerno en alto. El duende lo atacó con su varita mágica, pero el unicornio no se dejó vencer. Con un solo golpe del cuerno en la frente, lo lanzó al suelo.
Elena lloró de alegría al ver que el unicornio la había salvado. El unicornio la miró, y le susurró: «No llores más, mi querida dama. Todo va a estar bien ahora».
Y así fue. El unicornio y Elena volvieron juntos al bosque, y juntos compartieron muchos momentos de alegría y felicidad. Lejos, en el cielo, se podía ver la luz del haz de luz que había unido sus vidas, para siempre.