La abeja y la flor

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La abeja y la flor
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La abeja y la flor. Érase una vez una pequeña abeja llamada Bea que vivía en una colmena rodeada de hermosas flores. Bea era una abeja muy trabajadora y siempre salía de la colmena en busca de néctar para llevar de vuelta a la colmena. Siempre se aseguraba de tomar solo la cantidad necesaria para su colmena, sin embargo, un día mientras volaba por el jardín, Bea notó una hermosa flor de color rosa. La abeja se detuvo cuando se acercó a la flor y miró hacia adentro, viendo un hermoso néctar dorado en su interior.

Era el néctar más dulce que Bea había visto en su vida. Se sintió tentada a tomar más de lo que necesitaba para llevar a la colmena. Pero, Bea se detuvo y pensó en todas las otras abejas trabajadoras de la colmena que dependían de ella para llevar el néctar de vuelta a casa para hacer miel. Decidió que solo tomaría lo que necesitaba y nada más.

La abeja tomó el néctar suficiente para la colmena y se fue volando de regreso a casa. Cuando llegó a la colmena, compartió el néctar con las demás abejas. Bea se sintió muy feliz de haber hecho lo correcto y de haber sido capaz de ayudar a sus compañeros abejorros.

Sin embargo, al día siguiente, cuando Bea volvió al jardín, se dio cuenta de que la hermosa flor rosa se había marchitado. Ya no había néctar dorado para tomar. Bea se sintió muy triste por la flor y pensó en cómo ella y las otras abejas trabajadoras tomarían el néctar de otras flores que aún no se habían marchitado.

De repente, Bea recordó lo importante que era cuidar de las flores que dependen de ella y de todas las abejas para polinizar y crecer. Si ella y todas las abejas comenzaran a tomar más néctar del que necesitaban, las flores se marchitarían y no habría suficiente para alimentar a todas las abejas. Entonces, Bea decidió hacer algo para ayudar a la flor marchita.

La abeja se puso a trabajar rápidamente. Tomando todo el polen que había recogido durante el día que aún no había sido utilizado, Bea lo llevó a la flor marchita. También les dijo a otras abejas de la colonia que necesitaban cuidar más de las flores y llevar menos néctar a casa para que todas las flores tuviesen la oportunidad de crecer y prosperar.

Con el tiempo, la flor marchita comenzó a crecer de nuevo. Bea y las demás abejas cuidaron de ella día y noche, asegurándose de que tuviesen suficiente agua, luz solar y nutrientes para ayudar a que la flor floreciera de nuevo. Finalmente, la flor abrió sus pétalos de nuevo y se convirtió en una hermosa flor rosa de color. Bea se sintió muy feliz y orgullosa de haber sido capaz de ayudar a revivir la flor y también de haber recordado que cuidar de las flores es una tarea importante y necesaria.

La abeja también aprendió una nueva palabra importante, empatía. Se dio cuenta de que había mostrado empatía al decidir tomar solo lo que ella y sus compañeros abejorros necesitaban de la flor y al ayudar a cuidar de la flor marchita después de verla marchita, incluso si eso requería renunciar a algunas de las recompensas por un corto período de tiempo en beneficio del todo.

Desde ese día en adelante, Bea y todas las demás abejas de la colonia aseguraron que cuidarían de todas las flores del jardín, disfrutando del suministro sostenible de néctar y polen. Nunca volverían a tomar más de lo que necesitaban. Cuidarían de las flores para que pudieran cuidar de ellos también en el futuro.

Al final, Bea se dio cuenta de que la empatía no se trataba solo de sentir y mostrar compasión. Se trataba de comprender y compartir los sentimientos de los demás, cuidando no solo de uno mismo sino –y de manera importante- de las personas y cosas a nuestro alrededor. Y eso, es lo que la hizo sentir profundamente feliz.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La abeja y la flor
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