El unicornio y la mariposa nocturna. Érase una vez, en un bosque muy lejano, donde los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, vivía un unicornio. Era un animal tan bello que parecía sacado de un cuento de hadas. Su piel relucía bajo los rayos de sol y su cuerno dorado brillaba con tanta fuerza que llegaba a deslumbrar.
El unicornio era muy feliz en su hogar, disfrutando de la tranquilidad y la serenidad que le ofrecía su entorno. Pero, en su corazón, sentía que algo le faltaba. ¿Quizás era alguien con quien compartir sus momentos de soledad y felicidad? Un día, mientras caminaba por el bosque, se encontró con una mariposa nocturna.
La mariposa nocturna era muy diferente al unicornio. Su cuerpo era pequeño y frágil, no brillaba como él, pero tenía algo especial en su vuelo, algo que atraía la atención del unicornio. Poco a poco, comenzaron a hablar, se conocieron mejor y se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común.
A pesar de sus diferencias, el unicornio y la mariposa nocturna se convirtieron en amigos inseparables. Pasaron horas juntos, jugando y explorando el bosque. El unicornio era muy protector con su nueva amiga y no permitía que nadie la lastimara.
Un día, mientras caminaban al borde del río, vieron que el agua estaba repleta de basura y se dieron cuenta de que algo malo estaba sucediendo en el bosque. El unicornio y la mariposa nocturna hablaron con los demás animales del bosque y se dieron cuenta de que estaban en grave peligro. Había cazadores furtivos que invadían su hogar, talaban los árboles y ensuciaban el río.
El unicornio y la mariposa nocturna no podían permitir que eso sucediera, por lo que decidieron tomar medidas. Convocaron a todos los animales del bosque y, juntos, trazaron un plan para detener a los cazadores furtivos.
Durante muchos días y noches, trabajaron juntos para limpiar el río, proteger los árboles y mantener a los cazadores lejos del bosque. Fue una tarea difícil, pero gracias al esfuerzo de todos, lo lograron.
El unicornio y la mariposa nocturna se sentían realizados. Habían logrado proteger el hogar de todos los animales del bosque. Y en medio de su alegría, se dieron cuenta de que habían hecho algo más importante. Habían creado una familia, una familia de amigos que se apoyarían siempre, sin importar las diferencias que pudieran existir.
A partir de entonces, todas las noches, el unicornio y la mariposa nocturna se reunían en un claro del bosque para jugar y hablar. Los demás animales se unían a ellos para disfrutar de su compañía. Era un momento mágico, lleno de risas y alegría. Todos se sentían felices de pertenecer a esa familia de amigos y proteger juntos su hogar.
El unicornio y la mariposa nocturna sabían que habían logrado algo muy valioso en su vida, algo que no podía ser comprado con todo el oro del mundo. Habían encontrado la felicidad en la amistad y en la protección de su hogar. Y, por primera vez en mucho tiempo, el unicornio sintió que su corazón estaba lleno de amor y que nada, ni nadie, sería capaz de arrebatárselo.
Así, la noche caía en el bosque y todas las luces se apagaban. Era un lugar donde solo se escuchaban los sonidos de los animales nocturnos y la brisa de la noche que corría suave. Pero en el corazón del bosque, entre los árboles, brillaba una luz especial. Era el cálido resplandor de la amistad, la luz que guiaba el camino hacia la felicidad.
El unicornio y la mariposa nocturna se acurrucaron juntos y cerraron sus ojos. Al final del camino, quedaban muchas aventuras por vivir y muchas alegrías por compartir. Pero, por ahora, estaban satisfechos. Habían creado un hogar, una familia y habían encontrado la felicidad en la amistad más pura y sincera que puedan existir.