El unicornio y el dragón. Érase una vez, un unicornio llamado Flor, que vivía en un hermoso prado lleno de flores y arcoíris. Flor era el unicornio más hermoso y amable del prado. Era de un color blanco brillante y tenía un largo cuerno dorado en su frente.
Un día, mientras Flor disfrutaba de la paz y la tranquilidad del prado, vio algo que nunca había visto antes. Era un dragón rojo y gigante que volaba hacia ella con un rugido atronador. Flor se asustó, pero decidió mantener la calma y esperar a que el dragón se acercara.
Cuando el dragón llegó al prado, aterrizó frente a Flor y la miró fijamente. Flor estaba asustada, pero no huyó. En lugar de eso, habló con el dragón con amabilidad y cortesía.
«¿Qué haces aquí, dragón?», preguntó Flor.
«Estoy aquí para destruir el prado y reclamarlo como mi hogar», dijo el dragón con un tono amenazador.
Flor se dio cuenta de que el dragón estaba confundido. Él pensaba que el prado era su hogar, pero no sabía que ya estaba habitado por ella y otras criaturas mágicas.
«Este prado no es tuyo, dragón», dijo Flor con calma. «Es el hogar de muchos seres mágicos, incluyéndome a mí. No puedes destruirlo».
El dragón no estaba seguro de qué hacer. No había encontrado resistencia en su camino hacia el prado y no estaba acostumbrado a que le dijeran que no. Pero algo en la voz de Flor le hizo reflexionar.
«¿Por qué no compartimos el prado?», preguntó Flor. «Hay suficiente espacio para ambos. Tú puedes vivir aquí sin tener que destruir nada».
El dragón pensó en la propuesta de Flor y finalmente asintió con la cabeza. «Está bien», dijo. «Compartiremos el prado».
Flor y el dragón pasaron muchas horas juntos en el prado. Flor le mostró al dragón lo hermoso que era el prado y le presentó a todos sus amigos. El dragón se dio cuenta de que había subestimado lo hermoso que podía ser el prado y lo mucho que podía disfrutarlo.
Pero un día, mientras el dragón y Flor se relajaban juntos en el prado, llegó un malvado mago. El mago estaba celoso del prado y de la amistad entre Flor y el dragón. Decidió separarlos y hacer que el dragón volviera a ser malvado.
El mago lanzó un hechizo que hizo que el dragón se volviera malvado de nuevo. El dragón comenzó a quemar todo lo que encontraba a su paso, incluyendo a sus amigos del prado.
Flor sabía que tenía que hacer algo para detener al dragón. Así que, con su cuerno dorado brillando, se enfrentó al dragón y lo desafió a una carrera a través del prado.
El dragón aceptó el desafío y ambos comenzaron a correr a través del prado, a toda velocidad. Flor era rápida y ágil, pero el dragón era más grande y poderoso. Sin embargo, Flor no se dio por vencida. Corrió con todas sus fuerzas y usó su magia para crear un camino lleno de obstáculos que solo ella podría pasar.
El dragón, al principio, intentó saltar los obstáculos, pero pronto se dio cuenta de que no podía seguir el ritmo de Flor. En cambio, comenzó a quemar los obstáculos, intentando abrirse camino.
Flor vio esto y decidió que tenía que hacer algo drástico. Usando su magia, creó un gran charco de agua justo en frente del dragón. El dragón, que no esperaba el charco, se hundió en él y se apagó.
Cuando el dragón emergió del agua, estaba empapado y enfriado. Ya no era malvado y miró a Flor con tristeza y arrepentimiento.
«Lo siento mucho», dijo el dragón. «No quería lastimar a nadie. Gracias por ayudarme a ver la verdad».
Flor sonrió y se acercó al dragón. Le dijo que no había nada que perdonar y que ella siempre estaría allí para ayudarlo.
Desde entonces, Flor y el dragón vivieron juntos en el prado, y se convirtieron en grandes amigos. El prado volvió a ser un lugar de paz y armonía, donde todas las criaturas mágicas podían vivir juntas en armonía.
Y así termina la historia del unicornio y el dragón, una historia de amistad, comprensión y superación de obstáculos.