El tesoro del fantasma de la montaña de cristal. Érase una vez en un mágico reino ubicado en las montañas cristalinas, un fantasma que habitaba en lo más alto de la montaña. Los niños del pueblo le llamaban «el fantasma de la montaña de cristal» y muchos decían haberlo visto en algunas ocasiones, pero nadie se atrevía a subir hasta lo más alto para confirmarlo.
Un día, un valiente niño llamado Miguel decidió subir la montaña en busca del tesoro que se rumoraba el fantasma había escondido. Con mucha determinación, recogió todo lo necesario para su aventura y comenzó su ascenso hacia la cima de la montaña.
Después de varias horas de recorrido, llegó a una cueva y decidió entrar. Allí descubrió una antigua escritura que decía: «El tesoro que buscas solo lo encontrarás si tienes el coraje de enfrentarte a tus miedos. Si te rindes, será un tesoro perdido».
Comenzó a sentir miedo, pero recordó lo valiente que era su hermano mayor y cómo siempre lo admiraba. Así que decidió continuar su camino.
Al salir de la cueva, se encontró con el fantasma quien lo observaba con una mirada curiosa. Miguel sintió mucho miedo, pero recordó la escritura y decidió enfrentar al fantasma.
– ¿Por qué has venido aquí? -preguntó el fantasma.
– Busco un tesoro que se dice que escondiste. -respondió Miguel con valentía.
– Entiendo… -dijo el fantasma mientras meditaba-. Pero antes de que puedas llegar a él, primero debes resolver algunas pruebas.
Miguel asintió con la cabeza cuando el fantasma desapareció en la oscuridad. Al instante, se vio rodeado de un laberinto de cristal. Miguel se sintió desorientado, pero rápidamente empezó a buscar la salida.
La luz del amanecer comenzó a asomarse por las cuevas y Miguel empezó a sentir el frío por la altura en que se encontraba. Pero no se detuvo, siguió avanzando en su travesía, dejando atrás la primera prueba del fantasma.
De repente, llegó a una majestuosa cascada de agua que lo dejó extasiado. A unos pasos, encontró un mapa que lo llevó hasta el siguiente reto.
El mapa indicaba que debía buscar un cristal rojo en medio de un laberinto de humo. Miguel no sabía cómo encontraría el cristal entre tanta niebla, pero recordó lo que decía la escritura y supo que debía seguir adelante.
En silencio, avanzó entre la niebla y comenzó a pensar en una estrategia. Después de unos minutos, escuchó una voz en su cabeza, susurrando sobre su oído. La voz le decía: «Concéntrate, piensa en el cristal y sigue tu instinto».
Miguel cerró los ojos y lo visualizó en su mente, luego comenzó a caminar hacia donde su instinto lo guiaba. Pasó entre la niebla varias veces, pero finalmente, encontró el cristal rojo.
A la siguiente mañana, ya abajo de la montaña, Miguel contó su hazaña en el pueblo. Los niños se le acercaron, ansiosos por conocer su aventura. Miguel les contó todo, desde la cueva, el laberinto de cristal y la cascada, hasta el laberinto de humo.
Los niños se quedaron impactados y algo les quedó muy claro, el valor y el coraje de Miguel, que les enseñó que a veces, debemos enfrentar nuestros miedos para obtener nuestros tesoros más valiosos.