El Robo del Queso de Oro en el Banco de los Ratones. Érase una vez en un pequeño banco de ratones, el Banco de los Ratones, había una gran cantidad de queso. Desde el queso cheddar hasta el queso gouda, cada tipo de queso estaba representado en los estantes del banco. Pero había un queso que brillaba más que los demás, el queso de oro.
Este queso de oro estaba protegido por tres cerraduras, cada una con un ratón diferente que tenía el deber de mantener la seguridad del queso. Si un ratón intentaba abrir las tres cerraduras y robar el queso, tendría que enfrentarse a los tres ratones guardianes.
Un día, mientras los ratones estaban ocupados revisando sus cuentas bancarias y comiendo queso, un malvado gato se acercó al banco. El gato no podía resistir el aroma del queso y estaba decidido a hacerse con el queso de oro. Pero primero, tendría que enfrentarse a los tres ratones guardianes.
Uno de los ratones, llamado Raul, estaba sentado en su escritorio en la entrada del banco. El gato fingió estar perdido y le preguntó a Raul si podía ayudarlo a encontrar su camino a casa. Raul era un ratón amable y se ofreció a ayudar al gato. Mientras le daba indicaciones, el gato revisó el escritorio de Raul en busca de la llave de la primera cerradura.
El segundo ratón, llamado Pedro, estaba en la bóveda contando el dinero. El gato pretendió ser un mensajero y le entregó a Pedro un paquete diciendo que había sido enviado por el jefe del banco. Pedro abrió el paquete para encontrar una nota que decía: «Por favor, abre la puerta de la bóveda para el dueño del banco». Sin pensar, Pedro abrió la puerta y el gato buscó la llave de la segunda cerradura.
El tercer ratón, llamada Lola, estaba haciendo la limpieza del piso del banco. El gato fingió ser uno de los trabajadores de mantenimiento y le dijo a Lola que necesitaba revisar el sistema de seguridad en la bóveda. Lola permitió la entrada del gato y una vez dentro, el gato buscó la llave de la tercera y última cerradura.
Con las tres llaves en su poder, el gato abrió la caja fuerte y justo cuando estaba a punto de comer el queso de oro, los tres ratones guardianes aparecieron detrás de él.
Raul, Pedro y Lola se dieron cuenta de que habían sido engañados y que el gato había robado el queso de oro. Sabían que esto era algo muy grave y que debían recuperar el queso lo antes posible.
Los tres ratones salieron del banco y comenzaron a buscar al gato. Finalmente lo encontraron en su casa, durmiendo en su cama mientras ronroneaba felizmente. Los ratones se colaron en la casa del gato y recuperaron el queso de oro.
Pero como castigo, los tres ratones decidieron que el gato debía trabajar en el banco en lugar de robar. Desde entonces, el gato se dedicó a hacer tareas de mantenimiento en el banco y a mantener el lugar limpio.
El queso de oro fue devuelto al Banco de los Ratones y los ratones guardianes aprendieron la lección de que nunca debían bajar la guardia. A partir de ese día, se aseguraron de que las llaves de las cerraduras estuvieran cuidadosamente guardadas y que siempre estuvieran al tanto de cualquier visitante sospechoso.
Y así, la paz y la armonía volvieron al Banco de los Ratones y todos los ratones pudieron disfrutar de su queso en paz. Fin.