El regalo sorpresa de Santa Claus. Érase una vez, en un pequeño pueblo al norte de Finlandia, donde todos los niños estaban impacientes por la llegada de Navidad. Los habitantes solían decir que en esta época del año, los duendes, renos y elfos trabajaban día y noche para preparar los regalos que Santa Claus entregaría a cada niño del mundo, preocupándose de que los buenos niños reciban los regalos que se merecen.
Sin embargo, el poblado de Finn no estaba igual de contento que en otras ocasiones. El frío se había intensificado, la nieve cubría los techos de las casas y, lo peor de todo, la calefacción del poblado había fallado. La cruel ventisca de nieve había dañado las tuberías de agua caliente y por ende, el somnoliento Finn no tenía agua caliente desde hace una semana. Esto preocupaba a Santa Claus, quien sabía el gran esfuerzo que los habitantes habían hecho para mantener lo poco que tienen, motivo por el cual decidió dar una sorpresa.
Así que, el 24 de diciembre, mientras todos dormían, Santa Santa Claus, con su traje rojo y gran barba blanca, deslizó por las chimeneas del pueblo de Finn, llevando consigo un gran regalo sorpresa. El corazón de Santa se llenó de alegría al ver la sonrisa en el rostro de cada niño, mientras buscaban sus regalos bajo el árbol de Navidad. Los pequeños se frotaban los ojos, aturdidos por la cantidad de juguetes, dulces y regalos envueltos en papel dorado que había.
Los niños, con sus juguetes nuevos en mano, salieron a la calle para disfrutar de la nieve. Santa los siguió de lejos, queriendo verlos disfrutar de su sorpresa. Pero algo no iba bien, el pequeño Timoteo, que a sus cinco años esperaba tanto esta Navidad, no parecía estar contento con sus regalos. Timoteo había recibido una pequeña pelota de plástico y un juego de memoria, pero él anhelaba un juguete más grande, algo que pudiera mostrar a sus amigos y hacerlos sentir celosos.
Santa se acercó a Timoteo, quien lo miró un poco asustado. Santa le preguntó si estaba disfrutando de sus regalos, y Timoteo respondió tímidamente que sí, pero que había esperado algo más grande. La verdad es que, estaba un poco decepcionado. Santa Claus entendió lo que Timoteo estaba sintiendo y no quería verlo sufrir en esta época del año.
Santa Claus reunió a todo el poblado de Finn en la plaza. Los niños se reunieron alrededor de Santa, mientras que los padres se preguntaban qué estaba ocurriendo. Una vez que Santa Claus tuvo su atención, hizo un anuncio. Les dijo que no quería que ningún niño sintiera la decepción que Timoteo sentía en su corazón, y que les traía una sorpresa más, escondida en la bolsa que llevaba a su lado.
Para sorpresa de todos, Santa sacó de su bolsa un trineo rojo brillante, que llevaba dentro un regalo para cada niño. Era un juguete mágico, que con solo tocarlo, crecería en tamaño, hasta convertirse en el sueño de cualquier niño.
La plaza se llenó de alegría, todos los niños querían tocar los juguetes mágicos para verlos crecer. Timoteo no podía creer lo que estaba pasando y corrió a buscar su regalo mágico, mientras que el resto de los niños abrazaban sus juguetes y corrían a mostrarlos a sus amigos.
Finalmente, la Navidad había llegado al poblado de Finn. La nieve caía suavemente, mientras que los niños disfrutaban de sus nuevos juguetes mágicos. Santa Claus miraba con felicidad mientras los habitantes del poblado se abrazaban y compartían sus juguetes entre ellos.
Desde ese día, el corazón de Timoteo se lleno de felicidad. Había recibido el regalo que siempre había querido, pero ahora, lo más importante era compartirlo con sus amigos.
Santa Claus se despidió del poblado, sabiendo que había hecho algo maravilloso y que los habitantes de Finn, recordarían esta Navidad por siempre. Y mientras se alejaba en su trineo hacia la oscuridad, solo se escuchaban las risas y alegría de los niños que, con sus juguetes mágicos, hacían de la Navidad una época verdaderamente especial en la aldea de Finn.