El Ratoncito y la Búsqueda del Queso de la Luna. Érase una vez en una noche de verano, el ratoncito miraba hacia el cielo y veía una luna grande y brillante. Él pensaba que debía haber algún queso allí arriba.
El ratón decidió que quería el queso de la luna y comenzó su búsqueda. Anduvo por toda la noche, buscando una manera de llegar a la luna.
Finalmente, encontró un gnomo amable que lo ayudaría a llegar a la luna. Este le dijo que necesitaría una nave especial para viajar al espacio.
Juntos, construyeron una nave pequeña y accionada por un motor poderoso. El ratón se preparó para salir de la nave, pero antes de hacerlo, el gnomo le advirtió que tuviera cuidado en su búsqueda.
El ratón no podía esperar más y despegó su nave. En poco tiempo, llegó al espacio exterior. Durante su viaje, el ratón vio muchas cosas interesantes, incluida una constelación de estrellas y un planeta lleno de pasto.
Finalmente, el ratón llegó a la luna. Miró alrededor y pronto encontró una cueva en la que había un queso enorme. La luna estaba llena de quesos.
Rápidamente, el ratón se apresuró a recoger el queso. Pero cuando se dio la vuelta para irse, vio que una banda de luna-ratones lo había rodeado.
La líder de los luna-ratones se acercó al ratón y dijo: «¿Qué estás haciendo aquí? ¿No sabes que este es nuestro queso?»
El ratón explicó por qué estaba aquí y que solo quería un poco de queso para llevar a casa.
La líder ratón le contó al ratón que aunque los quesos pertenecían a los luna-ratones, estaría dispuesta a compartir un poco con el ratón.
El ratón agradecido aceptó y le aseguró que solo tomara lo suficiente para alimentarse. Los luna-ratones sonrieron y dejaron que el ratón recogiera un poco de queso.
Con su queso en la mano, el ratón regresó a la tierra. Miró hacia atrás una última vez y vio a los luna-ratones diciéndole adiós mientras se alejaba.
Después de aterrizar su nave en su casa en el jardín, el ratón llevó el queso a su madriguera. Allí, compartió un pedazo pequeño con su familia y amigos.
Su familia estaba muy sorprendida al ver el queso de la luna y escuchar la historia de su búsqueda. Estaban orgullosos del ratón por haber tenido éxito.
Desde ese día, el ratón no dejó de soñar con su aventura en la luna y siempre fue un recordatorio de que sin importar qué tan grande o imposible sea el sueño, se puede alcanzar si se trabaja duro y se tiene la determinación de perseguirlo.