El Ratoncito y el Tesoro de la Biblioteca. Érase una vez en una pequeña ciudad, un ratoncito llamado Ratopín que vivía en una biblioteca. Él era el encargado de vigilar y cuidar los libros de la biblioteca. A Ratopín le encantaba su trabajo, pasar horas y horas en compañía de los libros, pero lo que él más deseaba era descubrir un gran tesoro que se rumoreaba existía entre las páginas de algún libro.
Ratopín estaba convencido que algún día encontraría ese tesoro y sucedería algo mágico en su vida. Pasó un tiempo buscando en todos los libros de la biblioteca, leyendo, revisando y reorganizando, pero no lograba encontrar nada. Hasta que un día, mientras hacia un recorrido por la biblioteca, encontró un pequeño cofre escondido entre dos libros de la estantería.
Rápidamente, Ratopín tomó el cofre y lo llevó a su guarida. Con mucho cuidado comenzó a buscar una forma de abrirlo, y después de varios minutos encontró la clave para abrir la caja. Y para asombro del ratoncito, dentro del cofre había un mapa que llevaba a un tesoro que estaba escondido en un libro muy antiguo que se llamaba “La Isla Misteriosa”.
Sin pensarlo dos veces, Ratopín guardó el mapa y se dispuso a buscar el libro en cuestión. Después de algunos días de búsqueda, encontró el libro pero cuando lo abrió, la hojas del libro cayeron al suelo y el mapa del tesoro desapareció, ¡se había perdido! Ratopín se quedó petrificado, al borde de las lágrimas, ya que había perdido la oportunidad de encontrar el tesoro.
Entonces se dio cuenta de que las hojas del libro formaban un camino que llevaba a lo que parecía ser la salita de lectura prohibida. Ratopín estaba asustado, ya que esa salita había sido cerrada por años, y nadie había entrado en mucho tiempo. Pero su deseo de encontrar el tesoro era más grande que su miedo.
El ratoncito tomó un respiro y entró en la sala. Miró detenidamente los libros de la estantería y encontró uno con el título “La Isla Misteriosa”. Lo abrió, y para su sorpresa, encontró el mapa del tesoro en las últimas páginas. Ratopín se emocionó tanto que empezó a dar saltos de alegría. Finalmente, había logrado encontrar el tesoro.
Sin embargo, pronto descubriría que encontrar el tesoro no sería fácil. El mapa decía que el tesoro estaba escondido en una gruta, debajo de un baluarte que parecía imposible de penetrar. Pero, Ratopín no se rindió y se decidió a encontrar la manera de llegar hasta allí. Con su habilidad de trepar por los estantes de la biblioteca, encontró una pequeña ventana que daba a un agujero en la pared, que desembocaba en un pasadizo secreto, que llevaba a la gruta.
Finalmente, después de muchas dificultades, Ratopín llegó a la gruta y encontró el tesoro, pero no era lo que él esperaba. El tesoro era un gran cofre lleno de libros que había sido robado de la biblioteca. Ratopín se sintió triste al darse cuenta de que había estado buscando un tesoro que ya tenía a su disposición todos los días.
Entonces, decidió llevar el cofre de vuelta a la biblioteca, y aunque era un poco pesado para él, lo cargó hasta la sala de lectura principal. Al llegar ahí, los libros del cofre fueron colocados en las estanterías. Ratopín se sintió muy orgulloso de poder haber recuperado los libros que habían sido robados y reconoció que el verdadero tesoro ya estaba en sus manos, lo tenía frente a él día a día, eran los libros.
A partir de ese día, Ratopín se dio cuenta de que la verdadera magia se encontraba en los libros y en el conocimiento que ellos portan. La biblioteca era su hogar, su tesoro y su refugio. Ahora, pasaba más tiempo leyendo y explorando los libros, y era feliz al compartir sus historias con los niños y niñas que visitaban la biblioteca.
Y así, Ratopín aprendió que el verdadero tesoro no era un cofre lleno de monedas o joyas, sino el conocimiento y la sabiduría que se encuentra en cada libro. Él siempre recordaría su aventura en busca del tesoro y cómo esa búsqueda lo llevó a encontrar el tesoro más valioso de todos: la lectura. Y la biblioteca se convirtió en un lugar aún más especial, gracias a Ratopín y su valioso trabajo.