El Ratoncito y el Árbol de los Quesos. Érase una vez un pequeño ratoncito llamado Tomás que vivía en la campiña rodeado de praderas y campos de trigo. Tomás era muy curioso y le encantaba explorar todos los rincones de su hogar, pero había algo que lo apetecía más que cualquier cosa, ¡el queso!
Tomás había oído hablar de un árbol mágico en el bosque que daba frutos deliciosos y suaves al paladar como el mejor de los quesos. El ratoncito no podía resistirse a probar algo tan deliciosamente tentador, así que decidió aventurarse en búsqueda de este árbol misterioso.
Tomás caminó durante horas por el bosque, saltando de rama en rama hasta que vio a lo lejos un árbol enorme y majestuoso que se destacaba por encima de todas las demás plantas del bosque. El árbol tenía hojas brillantes como el oro y refulgentes como el sol y parecía emanar un aura de brillo espléndida que dejaba sin aliento a Tomás.
El ratoncito se acercó cautelosamente al árbol y, para su sorpresa, encontró enormes quesos amarillos colgados de las ramas del árbol. No podía creer lo que veía, ¡un árbol de quesos, como había imaginado!
Sin embargo, cuando Tomás intentó morder uno de los quesos, una voz retumbante salió del árbol diciendo: «¡Alto ahí, pequeño ratón! ¿Te has olvidado de pedir permiso antes de probar uno de mis frutos?»
Tomás se sorprendió al escuchar la voz. ¿Cómo podía un árbol hablar? Pero decidió ser cortés y contestó: «Mis disculpas, señor árbol. No sabía que este era un árbol especial. ¿Podría por favor informarme cómo podría obtener estos deliciosos quesos?»
El árbol dio una sonrisa satisfactoria. «Por supuesto, amigo ratón. Es muy simple. Desde hace mucho tiempo, he estado compartiendo estos quesos con todos los animales del bosque. Pero no lo hago de manera gratuita. Debes hacer algo por mí primero antes de poder tomar uno de mis quesos.»
Tomás se sorprendió y preguntó: «¿Qué puedo hacer por ti, señor árbol?»
El árbol respondió, «Todos los años cuando llega el invierno, mis ramas quedan completamente cubiertas de nieve y hielo. Nadie se preocupa por quitárselo, así que al final sucumbo al peso de los copos de nieve y me rompo. Me gustaría que me quitaras todo el hielo y la nieve de mis ramas para que pueda estar sano y fuerte. Si te encargas de eso, puedes tomar todo el queso que quieras».
Tomás aceptó el trato sin dudarlo y se puso manos a la obra. Durante todo el día, el ratoncito se esforzó desesperadamente por sacudir la nieve de las ramas del árbol. A medida que avanzaba, el árbol comenzaba a brillar cada vez más, emitiendo una luz radiante y cálida que lo motivaba a seguir adelante.
Finalmente, después de muchas horas de arduo trabajo, consiguió retirar todo el hielo y la nieve de las ramas del árbol y, como había prometido, el árbol le permitió tomar todos los quesos que quisiera.
A partir de ese momento, Tomás visitaba al árbol regularmente, ayudándolo a limpiar sus ramas durante el invierno y disfrutando de los deliciosos quesos durante todo el año. Desde entonces, se aseguró de compartir la historia del árbol mágico en todo el bosque, animando a los demás animales a ayudar al árbol y logrando que la gente se diera cuenta de lo importante que era preservar la naturaleza y cuidar de los demás que nos rodean.