El Ratón y la Galleta Gigante

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El Ratón y la Galleta Gigante
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El Ratón y la Galleta Gigante. Érase una vez, en una pequeña cueva cerca del bosque, vivía un ratón llamado Ratolín. Ratolín era muy amigable y todos los animales del bosque lo querían porque siempre tenía una sonrisa en su rostro y una palabra amable para todos.

Un día Ratolín se fue de paseo por el bosque y llegó a la casa de un panadero. El delicioso aroma a pan recién horneado que llegaba a su nariz lo dejó en un estado de dicha incomparable. Mientras pasaba lentamente por la casa del panadero, eligió seguir una suave melodía. Él sabía que a la galleta por la que se sentía atraído, le gustaría bailar también.

Ratolín, intrigado por la melodía, se escondió detrás de una silla para ver de donde provenía la suave música. Finalmente encontró una mesa con un gran plato lleno de galletas. Solo la galleta más grande del plato era diferente. La pequeña galleta se acercó tímidamente a la gigante.

«Mira que bonita es» pensó Ratolín. «Puede que ella quiera ser mi amiga».

La enorme galleta, que era bastante tímida, se asustó y corrió a esconderse. La pequeña galleta la siguió y trató de consolarla. «No tengas miedo», dijo amablemente. «Soy Ratolín, ¿quieres ser mi amiga?».

La gigante galleta asintió y, finalmente, salió de su escondite. Era muy amable aunque bastante tímida. La pequeña galleta se hizo amigo de la gigante y le presentó a Ratolín. A la gigante galleta le encantó Ratolín y estaban juntos todo el tiempo.

Un día, mientras jugaban, la gigante galleta dijo: «Me gustaría ir al bosque y ver cómo es». La pequeña galleta se emocionó mucho y le preguntó si ella quería irse de aventuras.

«¡Por supuesto!», dijo la gigante galleta. «¡Vámonos!»

Y así, los tres amigos se fueron de aventuras en el bosque. Ratolín guiaba el camino, la pequeña galleta saltaba felizmente detrás y la gigante galleta seguía con dificultad.

Después de un rato, la gigante galleta empezó a cansarse y se quejó de que le dolían los pies. La pequeña galleta, que nunca había visto a alguien tan grande como la gigante galleta, se preguntaba cómo podrían seguir adelante.

Ratolín, siempre dispuesto a ayudar, tuvo una idea. «Por qué no te subes a mi espalda», propuso. «Yo te puedo llevar!».

La gigante galleta no estaba segura, pero finalmente se subió a la espalda de Ratolín y siguieron su camino.

Mientras iban avanzando, un gran río bloqueó su camino. La gigante galleta y la pequeña galleta no podían saltar tan lejos, pero Ratolín tenía una idea. Se metió en el agua fría y nadó de un lado a otro, llevando a sus amigas de regreso y adelante en cada viaje, asegurándose de que ambas llegaran al otro lado sano y salvo.

Después de un rato se encontraron en el centro del bosque un árbol muy grande. La gigante galleta se asombró tanto del árbol que se negaba a irse. Así que, Ratolín y la pequeña galleta se acomodaron junto a la gigante galleta y juntos comenzaron a explorar el árbol.

De repente, escucharon una voz en la distancia. Era el panadero, quien había estado buscando a la galleta gigante.

«¡Hemos estado buscándote por todo el bosque!» dijo el panadero, llegando justo a tiempo para recuperar a la galleta gigante. «¡Vamos a casa!»

La gigante galleta estaba triste de tener que irse, pero se alegró de haber conocido a Ratolín y a la pequeña galleta. Los dos amigos prometieron visitarla en el futuro y asegurarse de que siempre recordara su tiempo juntos.

Y así, Ratolín y la pequeña galleta regresaron a la cueva. Ratolín se durmió esa noche pensando en la gigante galleta y en lo divertido que fue explorar el bosque juntos. La pequeña galleta también estaba contenta, sabiendo que había hecho un buen amigo.

Nunca se olvide de hacer nuevos amigos, ellos pueden hacer su vida aún más especial. Ese fue el mensaje que dejaron los amigos. Y así, el ratón y la galleta gigante se convirtieron en leyendas aventureras del bosque.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Ratón y la Galleta Gigante
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