El Ratón y la Cueva de los Diamantes

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El Ratón y la Cueva de los Diamantes
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El Ratón y la Cueva de los Diamantes. Érase una vez un pequeño ratón llamado Tomás, que vivía en un agujero en un árbol al lado del bosque. Un día, Tomás estaba buscando comida cuando se topó con un hermoso diamante brillante en el suelo.

Tomás estaba tan emocionado por encontrar algo tan valioso que decidió ir a la cueva de los diamantes, donde se rumoreaba que había tesoros innumerables y otros diamantes igual de brillantes.

Tomás buscó durante horas y horas, pero no logró encontrar la cueva de los diamantes. En el camino, se encontró con un búho sabio que vivía en una rama alta del árbol más grande del bosque.

«¿Qué buscas, mi pequeño amigo?», preguntó el búho, viendo que Tomás estaba perdido.

«Busco la cueva de los diamantes», dijo Tomás con ansiedad. «He encontrado un diamante en el suelo y quiero encontrar más».

El búho sabio, sonriendo, le dijo: «La cueva de los diamantes es muy peligrosa, pequeño amigo. Pero si me prometes ser cuidadoso, puedo llevarte allí».

Tomás, prometiendo ser cuidadoso, enseguida aceptó la oferta del búho y se montó en su espalda. Volando por encima de los árboles, el búho llevó a Tomás a través del bosque y hacia una cueva en la cima de una colina.

La cueva era muy oscura, pero brillaba increíblemente por dentro, gracias a los cientos de diamantes que cubrían las paredes. Tomás no podía creer sus ojos.

«¡Es hermoso!», dijo Tomás, mirando la cueva en asombro.

«Ahora, pequeño amigo, debes ser cuidadoso», advirtió el búho. «Esta cueva esconde muchos peligros. Pero si eres astuto, puedes encontrar lo que estás buscando».

Tomás, agradecido por los consejos del búho, se adentró en la cueva. Al principio, todo parecía tranquilo, pero luego escuchó algo moverse detrás de él. Rápidamente se volteó, y para su sorpresa, vio a un gato gigante con los ojos rojos y brillantes.

El gato mamó de las patas de Tomás y gritó, «¡Qué haces en mi cueva!».

Tomás, sacudiéndose el miedo, respondió con valentía. «Vine a buscar hermosos diamantes», dijo el ratón, mientras intentaba escapar de las patas del gato.

El gato, sorprendido por la valentía del pequeño ratón, dejó caer a Tomás. Mientras se retiraba, el gato dijo: «Ten cuidado la próxima vez que entres a mi cueva».

Con cuidado y sigilo, Tomás continuó caminando por la cueva hasta que encontró los diamantes más hermosos que jamás había visto. De repente, Tomás se encontró frente a una roca enorme que ocultaba una entrada secreta.

Tomás se adentró sigilosamente y para su sorpresa, descubrió el tesoro más increíble que jamás había visto. Cientos y cientos de diamantes brillantes estaban esparcidos por todo el lugar.

Pero aunque Tomás estaba rodeado de riquezas, él sabía que no podría llevarse tantos diamantes por sí solo. Así que decidió poner fin a su búsqueda y salir de la cueva.

Pero tan pronto como salió, se encontró con un grupo de ratones codiciosos que también habían sido atraídos por la promesa de riquezas.

Los otros ratones lo rodearon inmediatamente, exigiendo que les revelara el paradero del tesoro. Tomás, sabiendo que estas criaturas eran peligrosas, trató de escapar.

Sin embargo, los otros ratones lo agarraron y lo llevaron de vuelta a la cueva. Los otros ratones le preguntaron a Tomás por los diamantes, pero él no respondió.

Finalmente, los otros ratones se cansaron y lo dejaron solo en la cueva. Tomás se dio cuenta de que no valía la pena luchar por algo que no era suyo, y comprendió que la verdadera riqueza es tener amigos en la vida.

Finalmente, después de ser liberado, Tomás volvió a su casa en el árbol, donde tenía todo lo que necesitaba para ser feliz. Ahora sabía que la verdadera riqueza es la amistad y el amor, y nunca más volvió a la cueva de los diamantes.

Y así acabó esta historia sobre el ratón y la cueva de los diamantes, enseñándonos que no todo lo que brilla es oro, y que la verdadera riqueza se encuentra en las cosas sencillas de la vida.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Ratón y la Cueva de los Diamantes
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