El Ratón y la Búsqueda del Queso en la Selva. Érase una vez una pequeña ratita llamada Lola, que vivía en una cueva en la selva tropical. Lola pasaba sus días buscando y recolectando comida junto a su familia. Una de sus comidas favoritas era el queso, pero desafortunadamente, no había un solo pedacito de queso en su hogar. Entonces, decidió ir a buscar queso en la selva.
Lola salió de la cueva en busca del delicioso queso. Se aventuró en la profunda jungla, donde encontró a sus amigos, el mono, el tucán y la serpiente. Les preguntó si habían visto algún queso por ahí. Las otras criaturas de la selva no habían visto queso por la zona, pero se ofrecieron a ayudar a Lola en su búsqueda.
La ratita y sus amigos comenzaron a buscar. Buscaban en los árboles, la tierra, el río y cualquier otro lugar en el que pudieran pensar donde un delicioso trozo de queso pudiera esconderse. Pero, pasaron horas buscando y no encontraron nada.
Lola estaba a punto de darse por vencida. Estaba cansada y hambrienta. Pero justo cuando estaba a punto de rendirse, vio una pequeña cueva en la distancia. Pensó que podía haber queso dentro de ella, así que corrió hacia allí.
Cuando llegó, encontró una gran roca que tapaba la entrada. Se encogió de hombros y comenzó a empujar la roca con todas sus fuerzas. Justo cuando pensó que no iba a poder moverla, la roca se movió y cayó hacia un lado. Al darse cuenta de que la cueva estaba oscura, Lola rápidamente buscó su linterna.
Finalmente, encontró el queso que había estado buscando. Había un montón de quesos diferentes, de muchas variedades y sabores. Pero, no sabía por dónde empezar. Pensaba que quizás podía llevar todo el queso con ella para que pudieran ponerse al día con su familia. Pero la ratita se dio cuenta de que era demasiado pesado para llevar todo el queso con ella.
Entonces, decidió que llevaría uno de los quesos más grandes consigo. Pero, justo cuando iba a salir de la cueva, la roca que había empezado a mover se deslizó y tapó la entrada de nuevo. Por lo tanto, Lola se encontró atrapada en la cueva con el queso.
Asustada y sola, Lola se preguntó cómo sobreviviría. ¿Podría ella encontrar su camino de regreso a casa? ¿Serían capaces de encontrarla sus amigos? A pesar de que no tenía respuestas a todas estas preguntas, decidió no darse por vencida. La ratita se dio cuenta de que tenía que encontrar una solución.
Mientras buscaba un camino para sobrevivir, Lola notó que habían murciélagos en la cueva. Observó cómo volaban alrededor y pensó que nunca antes había visto a un murciélago comiendo queso. Se preguntó si los murciélagos de la cueva sabían algo sobre cómo salir de la cueva.
Entonces, comenzó a observar a los murciélagos un poco más de cerca. Se dio cuenta de que había muchos cuerpos muertos de murciélagos alrededor. Parecía que habían caído de su cama y no habían sobrevivido. Pronto se dio cuenta de que eso había causado que hubiera más murciélagos de los que realmente debían haber en la cueva.
Lola pensó que tal vez podía usar ese hecho a su favor. Así que ella construyó una especie de escala humana para llegar hasta la ventana superior de la cueva. La ratita se dió cuenta de que podía equilibrar las cosas por sí misma si hacía una especie de trampolín con algunos de los murciélagos muertos que había a su alrededor.
Ella preparó todo y saltó de la cueva. Se limpió la sangre de los murciélagos muertos y se precipitó hacia la ventana. Se sorprendió al ver que ya era de noche y que el cielo estaba lleno de estrellas. Ahora sabía lo que debía hacer para volver a casa. Sólo tenía que seguir las estrellas.
Así que corrió a su casa con su queso en la mano y llegó justo a tiempo para compartir la cena con su familia. Todos estaban fascinados por su aventura y por el delicioso queso que les trajeron. La ratita estaba muy feliz de haber encontrado queso y de haber aprendido una lección importante: nunca te rindas cuando busques algo importante.