El Príncipe y la Montaña del Dragón. Érase una vez, en un reino mágico y lejano, un príncipe llamado Alejandro que había decidido emprender una aventura para demostrar su valentía y coraje. Su padre, el rey, no estaba muy seguro de que su hijo estuviera preparado para enfrentarse a los peligros que le aguardaban en el exterior del castillo, pero finalmente accedió a su petición, confiando en que las enseñanzas que le había inculcado a lo largo de su vida le ayudarían a salir victorioso.
Así, equipado con una espada, una armadura reluciente y un caballo, Alejandro se despidió de su familia y se dirigió hacia la Montaña del Dragón, el lugar más temido del reino. Se llamaba así porque en su cima vivía un monstruo terrible que aterrorizaba a los habitantes del lugar. Nadie había conseguido nunca acercarse a la cumbre sin quedar atrapado o devorado por el dragón, pero el príncipe estaba decidido a cambiar la historia.
Después de varios días de camino, Alejandro llegó a los pies de la montaña, donde se encontró a un anciano sabio que le explicó que la única forma de vencer al dragón era atravesando un extenso bosque y superando tres pruebas que se encontraban en su interior. El joven príncipe agradeció la información y se adentró en la espesura del bosque.
La primera prueba consistía en cruzar un río correntoso, saltando sobre unas piedras coloridas que se encontraban en su lecho sin caer al agua. Alejandro se concentró y, con habilidad y destreza, logró superarla sin dificultad. La segunda prueba consistía en salvar a un pájaro de un cazador malvado que quería capturarlo. El príncipe se escondió y, con astucia, saltó sobre el cazador, liberando al animal. Finalmente, la tercera prueba se encontraba en una cueva oscura donde debía vencer a un ogro gigante. Alejandro se armó de valor y, tras una larga y dura lucha, logró salir victorioso.
Cuando finalmente alcanzó la cumbre de la montaña, se encontró cara a cara con el dragón, que lo miraba con ira y envidia. Se abalanzó sobre él, pero el príncipe, con gran habilidad, esquivó sus ataques y clavó su espada en el corazón del animal, haciéndolo desaparecer para siempre.
Alejandro regresó al castillo victorioso, mientras los habitantes del reino lo recibían con júbilo y alegría, celebrando su gesta. Su padre, orgulloso de él, lo abrazó y lo besó en la frente, reconociendo en él el valor y la nobleza que lo convirtieron en un verdadero héroe.
Desde aquel día, la Montaña del Dragón pasó a ser un lugar seguro y tranquilo, donde florecieron la paz y la armonía. Alejandro se convirtió en un gran rey, amado por su pueblo y respetado por sus enemigos, recordado por siempre como el príncipe valiente que se atrevió a desafiar al destino.