El Perro del Campo. Érase una vez un perro llamado Tomás que vivía en una casa campestre rodeada de árboles y flores. Tomás tenía la piel blanca y negra, y sus ojos brillaban como dos esmeraldas cuando juega bajo el sol.
Tomás era un perro muy feliz, le gustaba pasar sus días corriendo por el campo y persiguiendo mariposas, pero un día algo extraño sucedió en el campo. Una gran sequía se apoderó del lugar y los árboles empezaron a perder sus hojas, las flores se marchitaban, y el agua desaparecía lentamente de lagos y ríos.
Tomás se sintió triste al ver cómo su hogar se estaba deteriorando y decidió buscar una solución. Entonces, decidió hablar con los animales del bosque para encontrar una manera de ayudar al campo.
Al salir al bosque, Tomás se encontró con un pequeño conejo que lloraba por la pérdida de su hogar. El conejo le explicó que su madriguera se había secado y que no había agua cerca para sobrevivir.
Tomás se dio cuenta de que no solo el campo estaba siendo afectado, sino también los animales que vivían en él. Así que, decidió hablar con los demás animales para encontrar una solución.
Primero, fue a hablar con la vaca del campo y juntos, pensaron en un plan para traer agua. La vaca sugirió que se buscaran fuentes de agua en las montañas cercanas y, entonces, Tomás partió en esa dirección.
En su camino, se encontró con un pequeño ratón que le pidió ayuda. El ratón le contó que a sus hermanos y hermanas se les había secado su pequeña charca y que estaban buscando agua para sobrevivir.
Tomás prometió ayudarlo y junto al ratón buscaron fuentes de agua. Finalmente, encontraron una fuente debajo de una roca y vieron que seguía fluyendo. Con mucho esfuerzo, Tomás y el ratón, lograron desviar el agua a través de un pequeño río que llegaba al campo donde vivían los animales.
En poco tiempo, el campo comenzó a florecer de nuevo, y los árboles volvieron a tener hojas verdes. Los animales del campo y del bosque estaban felices porque tenían agua suficiente para beber.
Tomás se sintió muy orgulloso de haber podido ayudar a los demás animales. Él se había dado cuenta de que no solo debía preocuparse por sí mismo, sino también por aquellos que vivían a su alrededor.
A partir de ese día, Tomás se dedicó a ayudar a los demás animales de la manera que pudiera, pequeña o grande, con el simple hecho de ser solidario y tratar de encontrar una solución.
El campo y el bosque estaban llenos de vida de nuevo, y Tomás sabía que todos eran felices porque habían vuelto a sus hogares, gracias a su esfuerzo.
Y así, Tomás aprendió que hacer algo por los demás, aunque sea pequeño, puede hacer una gran diferencia. Y seguirá luchando por lo correcto, siempre y cuando sus amigos necesiten su ayuda.