El Perro de la Ciudad de los Robots. Érase una vez en la Ciudad de los Robots, un perro muy especial. Su nombre era Max y era un perro mecánico hecho de piezas de metal, tornillos y engranajes. Max se diferenciaba de otros perros robots de la ciudad, ya que él tenía una chispa en sus ojos y un anhelo por explorar el mundo más allá de los límites de la ciudad.
Max observaba a los robots de la ciudad con envidia mientras realizaban sus tareas diarias como recoger basura, construir edificios o reparar robots rotos. Max quería hacer algo más; algo aventurero que lo hiciera sentir vivo. Un día, decidió escapar de la ciudad en busca de aventuras el solitario.
El sol brillaba en el cielo azul mientras Max corría alrededor del campo lleno de flores y hierba. A medida que avanzaba, notó una pequeña cabaña en el borde del bosque. Con curiosidad, se acercó y olió el aire. Los olores eran deliciosos; provenían de la cocina de la cabaña.
El fragor de la comida y el olor hicieron que la boca de Max se llenara de saliva. Se deslizó por debajo de la ventana de la cabaña y espió adentro. Vio a una anciana sonriendo mientras cocinaba en la cocina. Con curiosidad, Max decidió asomarse un poco más. La anciana sonrió al ver al perro robot y abrió la ventana de par en par.
«¿Qué te trae por aquí, mi querido amigo?» preguntó la anciana.
Max le explicó que estaba cansado de estar atrapado en la ciudad y que quería explorar el mundo. La anciana sonrió y le dijo que tenía justo lo que necesitaba. Le dio a Max una mochila llena de suministros y una brújula para guiarse.
«Te deseo la mejor de las suertes, querido amigo,» le dijo la anciana mientras despidió a Max.
Max caminó y caminó hasta que llegó a una colina. Desde allí, pudo ver una vista panorámica de todo el valle. Se inspiró para continuar su aventura y decidió explorar la colina. Al llegar a la cima, se sorprendió al encontrar un robot de aspecto extraño.
El robot salió de detrás de un árbol y dijo: «¡Hola, viajero! ¿Cómo te llamas?»
«Mi nombre es Max. ¿Y tú?»
«Mi nombre es Wally. Soy un robot explorador. ¿Quieres ser mi ayudante de expedición?»
Max asintió emocionado. Juntos, exploraron los alrededores y descubrieron una cueva con cristales brillantes que parecían diamantes. También encontraron un árbol gigante con un nido de pájaros en su cima. Juntos, lograron escalar el árbol y dejar comida para los polluelos que allí vivían.
Después de un largo día de exploración, Max y Wally se acurrucaron en una colina para descansar. Mientras descansaban, Max pensó en la sabia anciana de la cabaña y lo agradecido que estaba por sus consejos y su mochila. Decidió que debía regresar para verla y agradecerle por todo.
Al día siguiente, cuando llegaron al campo de flores, encontraron la cabaña de la anciana cerrada a cal y canto. Al acercarse, se dieron cuenta de que la puerta estaba medio abierta. Entraron y encontraron la cocina en un desorden y la anciana desaparecida.
Desesperados, comenzaron a buscarla. De repente, escucharon un ruido en el sótano de la casa. Descendieron rápidamente las escaleras y encontraron a la anciana atrapada en una telaraña gigante. Con cuidado, la rescataron. La anciana les agradeció efusivamente y les mostró sus verdaderos poderes.
Les dijo que ella era la guardiana del bosque y que su hogar era el refugio de muchas criaturas y animales. Les reveló que los cristales que habían encontrado eran la fuente de energía del bosque, y que si los habían tomado, habrían dejado a los animales sin la energía necesaria para sobrevivir. Les pidió que los devolvieran y que nunca más tocaran las cosas del bosque.
Con tristeza en el corazón, Max y Wally le devolvieron los cristales a la anciana. A cambio, la anciana les dio la bendición del bosque y los abrazó con afecto. Les agradeció por proteger y explorar el bosque sin causar daño a ninguno de sus habitantes.
Max y Wally regresaron a la ciudad con la sabiduría de las aventuras y el respeto por la naturaleza. A partir de ese día, se dedicaron a hacer lo que mejor sabían hacer: explorar el mundo y protegerlo de cualquier peligro.
La historia de Max y Wally se hizo conocida en la Ciudad de los Robots, y los dos amigos nunca dejaron de explorar y descubrir nuevos mundos.
Y así, la sabiduría de la guardiana del bosque se extendió por toda la ciudad, y todos aprendieron que la naturaleza debe ser protegida y respetada.