El Perro de la Ciudad de las Máquinas

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El Perro de la Ciudad de las Máquinas
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El Perro de la Ciudad de las Máquinas. Érase una vez en una ciudad llena de máquinas, donde todo se movía automáticamente, no había ruido, no existían los colores, ni los olores, ni siquiera las flores. Solo había uno que otro árbol, pero eran de metal. La ciudad estaba gobernada por una poderosa computadora que controlaba todo lo que sucedía en ella.

En ese mundo solitario, vivía un perro dorado llamado Luca quien había nacido con un mayor sentido del olfato, y podía distinguir diferentes olores. A pesar de que amaba su ciudad, siempre se sintió incompleto, como si le faltara algo que no podía encontrar en ella.

Un día, mientras paseaba, Luca descubrió un aroma extraño, algo que nunca había olido antes. Sus narices se dirigieron instintivamente hacia la fuente del olor que había llegado a su olfato. Mientras tanto, las máquinas seguían haciendo sus tareas sin preocuparse por la curiosidad del can que se abría camino en la ciudad.

Finalmente, llegó a una parte de la ciudad que nunca había visto antes. Todo estaba lleno de vida, había colores brillantes, los edificios eran altos y las calles estaban rodeadas de casitas llenas de macetas con flores. Luca nunca había visto algo así antes, quedó tan impresionado que se sentó en el suelo por unos momentos para contemplar todo lo que veía.

Mientras tanto, un grupo de niños se acercó a él con curiosidad. Nunca habían visto un perro en la ciudad, no había perros en la ciudad de las máquinas. Pero a diferencia de las máquinas, los niños eran sumamente curiosos y se acercaron corriendo mientras Luca se levantaba para ver con inquietud a los pequeños.

«¡Mira lo hermoso que es!» –exclamó un niño, mientras le acariciaba la cabeza a Luca. El cachorro se estremeció, se había olvidado de lo que era el afecto. Los niños se subían en él, le jugaban y le daban de comer, y a Luca le encantaba todo.

Después de mucho tiempo de jugar, los niños querían enseñarle a Luca la ciudad, pero como él no conocía el lugar, tenía miedo de perderse en esa selva de máquinas y edificios. Entonces, con gran tristeza, les anunció que tenía que regresar a casa. Los niños se despidieron de él, pero Luca ahora sabía lo que le faltaba.

A partir de ese instante, el can salió a explorar la ciudad siempre que podía, aunque fuera peligroso. Se saltaba semáforos, se adentraba en las sombras inquietantes de la noche, escalaba muros y exploraba todos los rincones con valentía.

Un día, se topó con un anciano en un callejón, y mientras jugaban juntos, descubrió que en la ciudad también había personas que vivían fuera de las máquinas y eso lo maravillo aún mas. El anciano le enseñó todo sobre los humanos, los animales, los vegetales y los aromas de los sabores más variados.

El perro paseó por la ciudad con más entusiasmo después de conocer al anciano y con frecuencia iba a visitarlo para aprender más. Con el tiempo, aprendió más que nunca antes, y descubrió que podía entender a los humanos, a veces incluso mejor que las máquinas.

Finalmente, Luca se dio cuenta de que la ciudad estaba llena de vida y que podía vivir allí tranquilamente, en un equilibrio perfecto entre la naturaleza y la inteligencia artificial. Se había convertido en el perro más querido de la ciudad de las máquinas, y muchas veces los niños agradecidos se acercaban de nuevo para jugar con él.

Desde entonces, Luca vivió feliz en su ciudad, aprendiendo más y más cada día. La ciudad dejó de ser un lugar solitario, ahora el aroma de la vida y de la humanidad se había unido con la inmensidad tecnológica que ya conocía de antes. Los habitantes de la ciudad también aprendieron a amar a Luca, así como él les amó a ellos. Ahora, la ciudad de las máquinas había encontrado una nueva forma de vida gracias al perro Luca.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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