El Perrito del Castillo Embrujado

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El Perrito del Castillo Embrujado
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El Perrito del Castillo Embrujado. Érase una vez un perrito llamado Max que vivía en un castillo embrujado en lo alto de una colina. Desde su llegada, Max se había dado cuenta de que algo extraño sucedía en ese lugar, pero no sabía exactamente qué era. A pesar de eso, Max se sentía feliz allí, pues le encantaba correr por los jardines y jugar con la niña que vivía en el castillo.

Un día, Max estaba dando una vuelta por los jardines cuando escuchó un ruido extraño. Era como si alguien estuviera llorando. Max siguió el sonido hasta llegar a un frondoso rosal, y allí encontró a la niña sentada en el suelo, abrazando un conejito blanco. La niña estaba llorando y Max no sabía qué hacer para consolarla.

—¿Qué pasa? —preguntó Max.

—Es mi conejito —respondió la niña—. Se está muriendo.

Max rodeó con sus patitas al conejito y trató de animarlo con su hocico, sin éxito.

—Pobrecito —dijo Max—. ¿No podemos hacer algo para ayudarlo?

—No lo sé —respondió la niña—. Mi abuela dice que hay una planta mágica que podría curarlo, pero nadie sabe dónde encontrarla.

Max decidió que él buscaría la planta mágica. Sabía que no iba a ser fácil, pero el pequeño perrito estaba decidido a encontrar la cura para el conejito. Le pidió a la niña que le diera una descripción de la planta y se puso en marcha.

El castillo estaba rodeado de un espeso bosque, y Max sabía que tendría que internarse en él para encontrar la planta mágica. Empezó a caminar y caminar, pero no encontraba nada que se pareciera a la descripción que la niña le había dado. Pasaron muchas horas, y Max estaba cansado y hambriento. Casi estaba por darse por vencido cuando vio algo brillante a lo lejos. Se acercó corriendo y se encontró con una planta amarilla, igual que la que la niña le había descrito.

Max volvió al castillo y le dio la planta a la niña, quien la preparó y se la dio de beber al conejito. Pasaron unos momentos de angustia, pero poco a poco el conejito empezó a recuperar el color en su piel. La niña lo abrazó con fuerza y lloró de alegría. Max estaba también muy feliz.

Después de ese día, Max se convirtió en el mejor amigo de la niña del castillo. Juntos se divertían en los jardines, jugaban al escondite y a las carreras. Max había encontrado su hogar ideal en el castillo embrujado. Sin embargo, no todos los días eran buenos allí. En algunas noches, se escuchaban ruidos extraños y las puertas del castillo se abrían y cerraban sin que nadie las moviera.

Una vez, Max decidió investigar por su cuenta sobre aquellos extraños sucesos. Fue por los pasillos del castillo y llegó a una habitación en la que había un libro muy viejo. Max, que sabía leer, se acercó al libro y empezó a hojear sus páginas. Descubrió que el castillo había sido construido muchos años atrás por un hombre llamado Alonso, que tenía el don de hacer magia, pero que había desaparecido misteriosamente.

Max empezó a leer con más detenimiento, y descubrió que Alonso había dejado escondidos muchos tesoros mágicos en el castillo, y que uno de ellos era un collar que podía hacer que cualquier animal hablara como un ser humano. Max se emocionó al leer aquello y decidió que tenía que encontrar ese collar.

Durante los días siguientes, Max buscó en cada rincón del castillo, pero no encontraba el collar mágico. Pero un día, mientras estaba en el jardín, Max encontró a un pájaro pequeño que parecía haber sido herido. Max se acercó al ave y le preguntó qué le pasaba. Sorprendentemente, el pájaro le respondió en su idioma.

—Me lastimé una de mis alas y no puedo volar —le explicó el pájaro.

Max recordó el libro y decidió que ese era el momento de encontrar el collar mágico. Buscó por toda la casa y finalmente encontró el collar en una caja debajo de una mesa. Max se lo puso al pájaro y, mágicamente, el pájaro empezó a hablar.

—¡Oh, gracias! —dijo el pájaro—. ¿Cómo puedo agradecerle, amigo perrito?

—Ayúdame a encontrar al dueño del castillo —pidió Max—. Él desapareció hace muchos años y sospechamos que algo malo le pasó.

El pájaro asintió con la cabeza y los dos partieron en busca del dueño del castillo. Después de muchas horas de búsqueda, encontraron una cueva escondida en un rincón del bosque. Allí, encontraron a Alonso, el dueño del castillo, durmiendo en una cueva. Lo despertaron y le explicaron lo que había sucedido en su castillo.

Alonso estaba muy conmovido por la amistad entre el perrito y la niña, y por su valentía para buscar la cura del conejito. Alonso les prometió que a partir de ese día, el castillo dejaría de estar embrujado, y que nunca más se volvería a perder nada allí.

Y así fue como gracias a la valentía y la bondad de Max, el castillo embrujado se convirtió en un lugar lleno de amor y magia para todos los que lo habitaban. Y cada noche, cuando la niña se dormía abrazada a su amado perrito, el castillo se llenaba de paz y de luz, esparciendo la felicidad a todo el bosque.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Perrito del Castillo Embrujado
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