El Perrito Comilón

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El Perrito Comilón
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El Perrito Comilón. Érase una vez un perrito llamado Comilón. Como su nombre lo indica, le encantaba comer. No había comida que no le gustara. Desde galletas hasta zanahorias, pasando por arroz, frutas y carnes. Todo estaba en el menú de Comilón.

Su dueña, la señora Ana, siempre estaba atenta a su alimentación. Le daba la cantidad adecuada de comida, pero Comilón siempre se las ingeniaba para encontrar algo más que echarse a la boca.

Un día, mientras la señora Ana estaba en el mercado, Comilón estuvo correteando en el parque. Ahí se encontró con un grupo de perros callejeros que estaban comiendo restos de comida que habían encontrado. Comilón no perdió tiempo y se acercó a ellos para ver qué estaban comiendo. No reconoció la comida, pero el olor era exquisito.

—Hola, ¿puedo probar un poco de lo que están comiendo? —preguntó Comilón con cara de súplica.

—Claro que sí, amigo. Tenemos suficiente para compartir —respondió el líder de la manada.

Comilón probó un bocado y su mundo cambió. Aquella comida era la mejor que había probado en su vida. Nunca se había sentido tan satisfecho. Los perros callejeros se dieron cuenta de que Comilón se había enamorado de su comida y le invitaron a unirse con ellos.

Comilón no lo pensó dos veces. En ese momento se olvidó de su dueña, de su casa y de todo lo que conocía. Ahora su hogar estaba en la calle, junto a sus nuevos amigos, comiendo la comida que encontraban en los vertederos y en los basureros.

Pero pronto se dio cuenta de que su nueva vida no era tan emocionante como pensaba. Estaba expuesto a peligros y a enfermedades. Además, extrañaba el calor de su casa y el cariño de su dueña.

Una noche muy fría, mientras buscaban algo que comer, Comilón se encontró con una perrita muy débil y enferma. Se caía cada vez que daba un paso y no tenía fuerza para buscar algo de comer. Comilón recordó los cuidados que había recibido de su dueña y decidió que era momento de volver a casa.

Con mucho esfuerzo y ayuda de los demás perros bailarines, Comilón llevó a la perrita de vuelta a casa. La señora Ana no entendía lo que estaba pasando, hasta que Comilón le explicó que había decidido volver a casa para estar con ella.

—Te extrañé mucho, señora Ana. Extrañé tus caricias, tus besos y tus cuidados. Me di cuenta de que lo único que necesitaba era tu amor —dijo Comilón con lágrimas en los ojos.

La señora Ana abrazó a Comilón con ternura y aceptó cuidar a la perrita enferma que había encontrado. Desde ese día, Comilón nunca más pensó en irse de casa. Sabía que su lugar estaba ahí, junto a su dueña, la perrita y todo el amor que había en aquel hogar.

Ahora Comilón se divierte a diario, juega y recibe cariño de todos. La perrita enferma se recuperó gracias a los cuidados de la señora Ana, y todos los perros comparten la comida que les da.

Comilón aprendió que no hay mejor lugar que el hogar. Ahí está su felicidad, su amor y sus cuidados.

Y al final, el perrito Comilón aprendió la lección más importante de su vida: el amor es el alimento del alma que nunca se acaba.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Perrito Comilón
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